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Reportaje:

Lecciones para el adiós

Los médicos aprenden a comunicar la muerte para pedir órganos a la familia

"Quiero ver a mi hijo' está bien, ¿no?". Por unos instantes, Concha Mosácula cuelga la bata de coordinadora de trasplantes del hospital Ramón y Cajal y se pone en el pellejo de la señora Gómez, personaje inventado que viene a representar a los familiares de los fallecidos en un hospital. Una cámara de vídeo registra el momento en que la señora Gómez se entera de que su hijo acaba de morir por un accidente de tráfico. Al doctor José Tejada le toca el papel que vive todos los días en la clínica Puerta de Hierro: "Tengo que darle la peor de las noticias", dice.En un curso de técnicas de comunicación, médicos de grandes hospitales aprenden a humanizar un trago traumático donde los halla: transmitir la muerte cerebral de un ser querido. Y contarlo del modo más apropiado, para que la familia acceda después a la donación de los órganos sanos del difunto. "Se trata de que en el momento en que entra un posible donante a un hospital, todo lo que le rodea a él y a sus familiares funcione a la perfección", explica Rafael Matesanz, coordinador nacional de trasplantes. "Cualquier mal gesto por parte de un sanitario puede suponer la negativa de los familiares del fallecido a la donación", concluye.

Por el cursillo, de un día de duración, impartido y subvencionado desde el pasado otoño por la Organización Nacional de Trasplantes en colaboración con la Consejería de Salud de Madrid, ya han pasado más de 100 profesionales de la sanidad madrileña entre facultativos y enfermeros. En toda España se han celebrado 17 seminarios de estas características. El miércoles pasado le tocó el turno a los sanitarios de la clínica Puerta de Hierro.

A pesar de llevar muchos años a las espaldas en la profesión, el instante de enfrentarse a la familia del fallecido sigue siendo traumático para algunos de los médicos y enfermeros. "A mí me entraba descomposición cada vez que tenía que comunicar una muerte", cuenta Concha Mosácula, quien representa el papel de la señora Gómez a la perfección. El facultativo habla con la muerte todos los días, pero casi siempre le pilla de sorpresa la reacción de los afectados. "El curso", continúa Mosáculá, "me ha dado unas técnicas muy valiosas que me han ayudado a perderle miedo a la familia". Y añade: "Ahora me veo más segura comunicando la mala noticia. Los familiares lo notan, y ello consigue predisponerlos a la donación". Otros acuden al curso con escepticismo, cuenta Carmen Segovia, la psicóloga que imparte el seminario.

"Llevan mucho tiempo desempeñando este trabajo", explica Segovia, "y a veces les cuesta reconocer que pueden mejorar su sistema a la hora de dar las malas noticias y de pedir órganos en donación". "Pero suelen quedar contentos", concluye Segovia.

La Universidad y los años de residente en un hospital enseñan a ser un buen cirujano o nefrólogo, pero las técnicas de comunicación con los enfermos, el trato humano, tan vital en un centro asistencial, según los propios facultativos, no las explica ninguna escuela en España. Tocar el hombro del familiar, contestar a todas sus preguntas, y sobre todo evitar las medias palabras y los tecnicismos médicos, son las máximas de este curso. Todo ello encaminado a que los familiares se sientan algo mejor y que otra persona pueda vivir con los órganos del ser querido que acaban de perder.

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