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Reportaje:

La ira amenaza a Bab el Ued

Una oleada de atentados sacude el antiguo barrio español de Argel

"El viento de la ira ha empezado a abatirse sobre Bab el Ued", sentencia un vecino de este antiguo barrio español de Argel, donde desde hace poco más de una semana se suceden los atentados. Los primeros datos oficiosos aseguran que al menos cinco policías han muerto como consecuencia de acciones perpetradas por los grupos fundamentalistas armados. Las autoridades guardan un hermético silencio sobre esta oleada de violencia.Bab el Ued es uno de los microcosmos más populosos y a la vez céntricos de Argel. Es un crisol donde se mezclan las familias campesinas venidas del Sáhara, los bereberes oriundos de la región de la Kabylia, los ciudadanos originarios de la contigua alcazaba, los emigrantes clandestinos llegados de los países del Sur y los supervivientes de una antigua colonia extranjera. Es imposible contarlos.

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Todos le asentaron en Bab el Ued durante el verano de 1962, cuando, en pleno proceso de la independencia, los colonizadores atemorizados abandonaron precipitadamente lo que consideraban su coto vedado, dejando abiertas las puertas de sus casas y comercios. Ellos lo tomaron todo. Continuaron sus actividades, en perfecta armonía y equilibrio, asumiendo al mismo tiempo como ineludible la islamización y la arabización del barrio.

Durante los últimos años, el mascarón de proa de esta islamización ha sido la inacabada mezquita de Sunna, convertida desde 1989 en baluarte del Frente Islámico de Salvación (FIS). Desde su alminar han venido predicando los más importantes líderes del movimiento integrista, hoy encarcelados. La mezquita de Sunna se encuentra sumida hoy en el silencio, pero la islamización de Bab El Ued prosigue sin descanso.

Alí lleva anos constatándolo otro vecino. Con calma, sentado en un sillón, en la puerta de su local. Especulando al mismo tiempo sobre su futuro y sobre el destino que un día deberá acabar dando a ese comercio destartalado y vacío. La única huella de su antigua historia la constituye un inmenso rótulo colocado en el exterior. Está escrito con pequeños trozos de mosaicos dorados que permiten recordar que un día allí estuvo la peluquería de un español: el Salón Santiago.

"¿Y usted no tendría manera de conseguirme un visado para irme a trabajar a España? Estoy dispuesto a pagarle lo que sea", insiste el pensativo propietario como intentando huir, haciendo converger su futuro con el origen de su establecimiento.

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El equilibrio de este microcosmos empezó a tambalearse el pasado 4 de mayo, no muy lejos del local de Alí, al interrumpirse la tregua en la que vivía sumido desde hace más de dos años Bab el Ued. Tres policías de uniforme fueron abatidos a tiros, a primera hora de la mañana, cuando trataban de controlar y poner orden en una cola de vecinos que pugnaban por adquirir una bolsa de la leche subvencionada por el Gobierno.

Todos huyeron aterrorizados mientras los comerciantes bajaban las persianas y los tres agentes morían desangrados. Un testigo recuerda aún como desde un balcón, meciéndose suavemente por el viento, alguien dejó caer cerca de los cuerpos un pedazo de tela. Con ella se cubrió el rostro de los muertos. La vida en el barrio quedó paralizada por algunos instantes.

Días atrás había sucedido lo mismo. En pleno centro de Bab el Ued, cuando un inspector retirado fue abatido por unos desconocidos. Volvió a repetirse también dos días más tarde, cuando un quinto agente de servicio cayó cerca del cine Marignan. En esta crónica oficiosa hay que incluir además el tiroteo y la persecución de un desconocido un viernes, después de la gran plegaria, y el atentado perpetrado una madrugada contra cuatro autobuses de la compañía de transporte Etusa. Los vecinos aseguran que estos vehículos fueron incendiados por los islamistas como represalia por la negativa de la empresa a hacer viajar por separado a los hombres de las mujeres.

"Pero éste no es el estilo de los islamistas de Bab el Ued", afirma, desconfiado, un vecino, mientras examina las circunstancias que han rodeado los últimos atentados.

Tahar, un intelectual-campesino oriundo de la Kabylia, recuerda que en los últimos años el movimiento fundamentalista ha ido infiltrándose poco a poco, pero de forma pacífica, a través de un pacto no escrito entre los integristas y los ciudadanos del barrio. A modo de ejemplo reconoce que cada vez es más dificil poder beber con tranquilidad una cerveza en el barrio, pero si lo logras nadie te dice nada, como nadie molesta a los vecinos cuando, al atardecer, se reúnen en las esquinas a jugar a los naipes o a las damas.

"Hasta ahora ha estado en vigor un pacto de caballeros. Los integristas, por ejemplo, se colocan a diario en los accesos de los bares, saludan a los clientes o les ayudan a llegar hasta sus casas cuando salen ebrios. Es la estrategia de la persuasión que acaba importunándoles con sólo su presencia y les impide volver a la barra del bar. Los islamistas han ido así reformando y controlando algunas de las actividades comerciales del barrio. Porque esto no es un hecho aislado. Lo mismo ha sucedido con algunas mezquitas, con ciertos imames o con las escuelas", afirma el intelectual-campesino.

Los atentados constituyen, según los habitantes de Bab el Ued, el síntoma de una nueva estrategia que amenaza con romper un equilibrio que ha permitido durante tres décadas la convivencia pacífica de las más diversas comunidades en este barrio.

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