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Nadie estará a salvo

Una de las principales molestias para el ciudadano inmune a la magia del fútbol es la victoria en la liga del equipo local, pues ella convierte la urbe en una ordalía terrorífica de berridos, bocinazos, soflamas patrióticas, borracheras públicas y todo tipo de inconvenientes para la convivencia pacífica.. La principal alegría del asunto consiste en que durante unos días todo el mundo está muy contento y la ciudad disfruta de un buen par de semanas de armoniosa resaca: los adolescentes ayudan a las ancianitas a cruzar la calle, los tenderos se olvidan de timar en el peso, los guardias urbanos ponen menos multas... hasta que las cosas vuelven a la normalidad y todos volvemos a mirar al vecino con cara de perro.Los barceloneses llevamos tres años en esa tesitura gracias a los triunfos de la banda de Cruyff, así que los cenizos a los que nos molestan las efusiones del populacho agradeceríamos tal vez que ganara otro equipo la liga y la ciudad prosiguiera en su habitual estado soporífero. Pero me temo que no va a poder ser. Si gana el Barça se va a armar la de Dios es Cristo. Pero si gana el Depor la situación no será muy diferente. ¿O es que no se han dado cuenta de que Barcelona está llena de gallegos? Y no sólo Barcelona: el mundo entero (y estoy absolutamente a favor de ello, que conste) está trufado de gallegos, una raza que lleva siglos pateándose el globo terráqueo y mimetizándose de forma admirable con el entorno. Deje usted caer a un madrileño o a un catalán en Marte y le verá sufrir, echando de menos sus cañitas o su pan con tomate. Suelte, a un gallego y observará como en pocas semanas ha montado un restaurante de cocina galaicomarciana al que acude, en masa, clientela de toda la galaxia.

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El madrileño en Barcelona sufre tanto como el barcelonés en Madrid. El gallego, en Barcelona, Madrid, Buenos Aires o algún remoto lugar de Alfa Centauro, se lo monta de miedo. Estas cualidades admirables van en contra, eso sí, de los intereses del cenizo antifutbolístico.

Como el Depor gane la liga nadie estará a salvo porque cualquier ciudad de este mundo (y de cualquier otro) verá desfilar por sus calles a miles de gallegos dispuestos a cantar las glorias de su equipo hasta las tantas de la madrugada... ¿La única alegría para el Barça y el Madrid?: la que produce saber que, por lo menos, no ha ganado su bestia negra particular.

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