Transición religiosa
ESPAÑA ESTÁ llevando a cabo una de sus últimas transiciones: la religiosa, ya que, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la religiosidad de los españoles se aproxima cada vez más a los parámetros vigentes en el resto de los países europeos. No se escapa la importancia quetiene para la convivencia pacífica entre los españoles conseguir también la normalidad en un aspecto que ha sido fundamental y dramático en nuestro pasado cuando se confundía religión con catolicismo y éste con el franquismo en la aberrante amalgama político-religiosa conocida como nacionalcatolicismo.España ha pasado de un concepto de religiosidad integrista, fuertemente identificado con los dogmas y creencias católicos, a un proceso de secularización ya bastante consolidado, que se acompasa a los principios de pluralismo político y de libertad ideológica y religiosa consagradós en la Constitución de 1978. Gracias a este nuevo marco legal -no confesionalidad del Estado y respeto y cooperación de los poderes públicos con la Iglesia católica y con las demás confesiones religiosas, especialmente las de notorio arraigo en la sociedad-, los españoles han perdido el apasionamiento de antaño y han empezado a ver y vivir el fenómeno religioso con mayor distanciamiento, con menor conflictividad e incluso como enriquecimiento personal y cultural.
Todo ello, si por una parte ha llevado a más de la mitad de los españoles que antes frecuentaban los ritos de la Iglesia católica a abandonarlos -especialmente a las nuevas generaciones- o a practicar otras confesiones religiosas o a considerarse agnósticos, por otra ha contribuido a que España se haya hecho un país más moderno, abierto a un nuevo y casi inédito pluralismo religioso. El distanciamiento observado en todo lo concerniente al aparato eclesiástico -la llamada Iglesia oficial- ha sido paralelo, como subraya el CIS, a la aparición de manifestaciones de espiritualidad cósmica, panteísta, más interiorizada, que lleva a que un 601% de españoles que no practican los ritos católicos confiese tener momentos de meditación y de oración personal. Como a que esté aumentando el número de quienes, aun confesándose no religiosos, aceptan la existencia de un dios como fuerza vital presente en el mundo (sólo el 13% de los españoles niega hoy la existencia de Dios).
Todo ello revela que en España, al igual que en la mayor parte de los países occidentales, no siempre la religiosidad se identifica con las confesiones oficiales, y que no todos los que se alejan de las prácticas religiosas dejan por ello de prescindir de todo tipo de espiritualidad o sentimiento religioso. Sólo en los últimos años se han empezado a hacer en España investigaciones sociológicas científicas sobre la religiosidad de los ciudadanos, cómo se viene haciendo en otros países desde hace mucho tiempo. Es importante, porque sólo así se podrá hablar con conocimiento de causa de un tema tan complejo y de difícil análisis político y cultural.
La jerarquía de la Iglesia católica no puede dar la espalda a este tipo de investigaciones sobre el comportamiento religioso de los españoles si no quiere caer, como a veces ha ocurrido, en fáciles condenas del "neopagartisino". El rechazo a los viejos cánones que identificaban religiosidad con catolicismo y agnosticismo con ateísmo no impide, ni mucho menos, que el sentimiento religioso o espiritual pueda encontrar en cada persona mil cauces para expresarse.
Que España, hasta en su religiosidad, empiece a dejar de ser diferente consolida su apuesta histórica por integrarse en el mundo de las grandes democracias libres y pluralistas.
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