Tangible ilusión

Parecía que 21 Japonesas se fuera a ir desvaneciendo ante la adversidad. Eran tres y ya sólo queda Txetxo Bengoetxea; Alfredo Beristain y Luis Camino se apearon de la montaña rusa en que se puede convertir la carrera de una banda, dejando a un hombre solo ante 21 Japonesas.Tras un largo tiempo y un trabajo recién editado, Fuego dulce, reaparece sobre los escenarios madrileños una nueva formación que tiene un sonido abarrotado de influencias, y sin embargo inconfundible, que congregó a un buen puñado de admiradores en la sala. Porque, sin duda, el público que caldeó la noche de la banda donostiarra era del que se acerca conociendo, casi al dedillo, quién va a ser el protagonista.

Y Txetxo subió al escenario con energía y, sobre todo, algo que se entendió perfectamente entre escenario y público, una tangible ilusión que hizo del concierto un entrañable recorrido por la típica discografía que desde 1987 ha marcado su trayectoria. Buenas canciones entre la peligrosa linealidad y atonalidad de su música; compenetración y entrega de unos músicos que Txetxo supo guiar hacia el crescendo continuo, hacia la diversión para su público.

Diferencia

En 21 Japonesas siempre ha habido un afán de diferencia, de desmarcarse de la tónica general ahogada entre el rock y poco más, y quizá esta inconsciente decisión ha logrado que algunas de sus canciones sobresalgan de discos, a veces pastosos y sin equilibrio, como acertados detalles.Su presentación en Madrid fue absolutamente consistente; el rumbo de su música y su público son fieles, y fuera, entre la vorágine comercial, habría que reconocer a un músico que se ha mantenido firme y con los nervios templados.