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Reportaje:

Dos ruedas mejor que cuatro

La 'carrera' de siete medios de transporte para cruzar la ciudad

¿Cuál es el medio de transporte más adecuado para moverse por la ciudad? O, al menos, ¿cuál es el más rápido para cruzarla de Oeste a Este, pongamos que desde Moncloa hasta la plaza de toros de Las Ventas? Siete periodistas hicieron el martes pasado la prueba de cubrir, simultáneamente, estos 5,800 kilómetros. Dos de ellos, al volante de un coche, y en uno de los casos, rodeando el casco urbano por la M-30; los otros medios de transporte fueron la bicicleta, la moto, el metro, el autobús y... el coche de san Fernando, un ratito a pie y otro andando.La que ganó esta carrera en las dos ocasiones (a las 12.00 y a las 18.00) fue la moto, pilotada por una periodista que no cometió ninguna temeridad. De todas maneras, lo que ganó en rapidez lo consumió en nervios (igual que el ciclista). Las bruscas maniobras de los automóviles, en muchas ocasiones sin señalizar, tuvieron la culpa.

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Un vaso de gasolina y mucho estrés

En el pelotón y con algún minuto de diferencia, entraron el coche que rodeó la ciudad, el que viajó por el centro, la bici y la periodista que bajó al subterráneo. La alternativa del metro parece la más cómoda: un cantautor rasgueó la guitarra durante el viaje y los pasajeros -en su mayoría estudíantes y jubilados- se entretenían leyendo en el diario el último caso de corrupción. La periodista que viajó en metro evitó el sol que, arriba, hacía llegar los termómetros hasta los 30 grados, y tardó media hora y 24 minutos, respectivamente, en cada uno de los trayectos, que incluyeron dos transbordos.

El coche que utilizó la M-30 casi no bajó de los 90 kilómetros por hora, el máximo permitido; es una velocidad que se percibía demasiado lenta en comparación con los otros vehículos. La aguja del cuentavueltas bajó en tres puntos: semáforos del barrio del Pilar, tramo entre Costa Rica y Puente de Ventas y el semáforo de salida de la M-30 a Ventas, donde la parada por la mañana fue de cuatro minutos, una eternidad teniendo en cuenta los 23 minutos empleados en total.

Perder cuatro minutos en los semáforos habría sido todo un éxito para el automóvil que atravesó la ciudad (por una vez, y sin que sirva de precedente, la línea recta no fue el recorrido más rápido). Para el sufrido conductor, la luz verde no siempre significó atravesar un nuevo obstáculo: en algún semáforo, verde, rojo y amarillo se sucedían hasta tres veces seguidas antes de enfrentar el siguiente artefacto. Hubo, por tanto, bastante tiempo para pensar. Y entre tanto pensamiento, se llegó a la conclusión de que, en cuestión de coches aparcados en el carril bus, da igual ocho que 8.000: unas decenas de infracto,res son más que suficientes para obligar a los taxistas y autobuses a invadir los carriles adyacentes. La única ventaja de un coche en el atasco: el ahorro en sesiones de saunas para hacerse con un cuerpo danone.

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Martínez Infierno

En el pelotón de cola llegaron a meta las periodistas que usaron el autobús y la suela del zapato. La EMT ofrece varias alternativas para ir desde Moncloa hasta la laza de Las Ventas en autobús. EL PAÍS escogió una de las más rectas. Primero la línea 61 hasta Núñez de Balboa, semiesquina a Ortega y Gasset, para enlazar luego con la línea 74 hasta la avenida de los Toreros. Pero lo que parece más fácil sobre el plano no significa que en verdad sea el camino más corto.

La periodista observó sorprendida cómo el 74 se desviaba de su trayectoria sin previo aviso. Al pedir explicaciones al conductor, éste informó de que las obras de los alrededores de la plaza de las Ventas habían obligado a variar la ruta desde hacía, por lo menos, una semana, con lo que se alargó el trayecto. Por la mañana, 56 minutos, y por la tarde, en el trayecto se empleó una hora y un minuto. El autocar contó con la dificultad de discurrir por calles reducidas a una tercera parte de su capacidad. Fernández de los Ríos, FeiJoo, Diego de León u Ortega y Gasset eran calles de un solo carril. Si había carril bus, estaba ocupado por una hilera de coches aparcados, y, en muchísimas ocasiones, con doble fila. Las calles con señal de prohibido aparcar estaban forradas de automóviles a ambos lados.

La angosta Martínez Izquierdo, por la que la línea 74 se desvía provisionalmente, podría llamarse Martínez Infierno. La est rechísima calle cede uno de sus lados al aparcamiento de coches, y por ella pasan tres líneas de autobuses más una hemorragia de vehículos que van a morir a la M-30. Se echaba de menos el aire acondicionado en el autobús. En ambos trayectos sobraban asientos. Los agobios comenzaron cuando, en las paradas de la calle del General Martínez Campos, subió un cargamento de niños y jovenes encorvados como viejos por el peso de sus mochilas.

La periodista que caminó los cinco kilómetros largos llegó un cuarto de hora después que la del autobús. Se le hizo desagradable el paseo a causa del tráfico en los bulevares, la contaminación y el calor. No es una ruta senderista recomendable. Eso sí, hay bares y comercios en abundancia para fisgar, comer o echar un trago.

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