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Kuazulu-Natal acepta a regañadientes el veredicto de las urnas

El temor a la violencia que ha desangrado esta provincia lleva al ANC a asumir el dudoso triunfo del Inkatha

Los disparos volvieron a sonar en la noche del viernes en Imbali, un gueto negro que sirve de mano de obra barata a Pietermaritzburg, la capital de Kuazulu-Natal. La tensión contenida durante casi una semana de espera de resultados electorales por fin, pudo estallar, y lo hizo con el generoso empleo de armas. La novedad era que esta vez sólo se disparaba para celebrar y no para matar, como se hizo durante años en la larga guerra entre el Congreso Nacional Africano (ANC) y el Partido de la Libertad Inkatha (IFP), que convirtió a Imbali en un lugar de tensión invivible. Era una alegría que iba por barrios. Imbali es casi todo terreno del ANC, salvo la vaguada en la que se levanta la fábrica de cerveza que domina el IFP y donde los zulúes de Mangosuthu Buthelezi celebraban la derrota de los zulúes de Nelson Mandela. Unos y otros se acusaban de fraude, pero hacían de tripas corazón y parecían aceptar el resultado de las primeras elecciones libres de Suráfrica.

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Los blancos de Pietermaritzburg -una de las ciudades más inglesas de Suráfrica y cuna del novelista Tom Sharpe, que la satiriza sin piedad en sus novelas humorísticas sobre el régimen del apartheid- también recibieron con alivio la victoria del Inkhata. La mayoría considera que ésta incrementa las posibilidades de que la precaria paz que vive la zona termine por consolidarse definitivamente.

Frank Müller es un blanco de un tipo distinto a los de la capital: da clases en un colegio de Imbali, pertenece al ANC y vive en una zona aledaña a Imbali, en la que su familia es la única blanca. "Prefiero que gobierne el IFP a que haya violencia", pondera a la puerta de su escuela, donde da clase de geografía en aulas con 50 alumnos.

"Dado que el ANC ha ganado otras regiones, no me importa perder en Natal, pero acepto la victoria de Inkatha con reservas", comenta Sticks en Kampala, una especie de almacén convertido en bar que hace las veces de club de debate político en Edenvale, un gueto que está pegando a Imbali. A Myboy, otro de los contertulios de este garito, donde sólo entran gentes del ANC, le cuesta mucho asumir la derrota: "Como individuo no lo acepto, pero la acepto como disciplinado miembro del Congreso Nacional Africano, porque todo el país va a aceptar los resultados". Maó está en la misma línea: "No queremos más violencia en Kuazulu-Natal". Habla por experiencia personal: su hijo mayor cayó muerto hace unos años, cuando sólo tenía 17, "por una bala del Inkatha".

A Phikelela Ndlovu, presidente del Inkatha en Imbali, la victoria de su partido está lejos de colmarle. Tiene la sensación de que le han robado. "No puede ser que el ANC tenga 12 millones de votos, que [el presidente Frederik W.] De Klerk tenga cuatro y nosotros sólo dos", protesta. "No es posible que el ANC haya ganado en siete regiones y nosotros sólo en una". Phikelela echa la culpa de todo a las manipulaciones de la Comisión Electoral Independiente (CEI), que gestionó de principio a fin todo el proceso electoral. "La CEI es el ANC disfrazado", repite una y otra vez.

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Ganadores y perdedores asumen a regañadientes el veredicto de las urnas, pero tienen la mosca detrás de la oreja, en especial los seguidores de Mandela. El ANC e Inkatha se han cruzado continuas acusaciones de intentar dar el pucherazo y, además, las encuestas prácticamente invertían el resultado del desafío, que ha dado en la provincia un 50,3% de los votos al IFI` y sólo un 32,2% al ANC. "Se esperaba otra cosa, y estamos muy decepcionados", señala Müller. Es una píldora muy dificil de tragar. No tengo la certeza de que haya habido manipulación, pero tengo la impresión de que no habrían podido ganar de no ser así".

Sticks, Maó, So, Myboy, Mosa y Fanaz empiezan a hablar en Kampala de casos de manipulación electoral de los que tienen noticia y no paran. En la zona del Inkatha también protestan de pucherazos, y como, dentro de los guetos, las áreas donde viven unos y otros son compartimientos estancos, el único sitio donde los rivales políticos tienen ocasión de intercambiar acusaciones de un modo personal es "en la ciudad", como llaman a Pietermaritzburg.

El colegio es otra de las escasas zonas donde conviven partidarios de Mandela y de Buthelezi, y como Imbali es mayoritariamente pro-ANC, el colegio refleja la relación de fuerzas. "No hay violencia entre los estudiantes", dice Müller. "Se soportan, pero se vigilan mucho".

Müller, Ndlovu, Sticks y compañía ya están pensando en el futuro. Los de Kampala endulzan la amarga píldora de la derrota pensando en el dulce sabor de la venganza. Está claro que han perdido en Natal, pero han ganado de calle la carrera por el Parlamento central, y allí esperan devolver el golpe a todos los Phikelela de Kuazulu-Natal, aunque temen las consecuencias. "Ahora todas las leyes van a venir desde arriba, y no sé cómo lo van a aceptar", especula Sticks. "Están idiotas si creen que vamos a dejarnos dominar por lo que han conseguido en otras provincias. Nosotros vamos a emplear aquí nuestras reglas de juego y no vamos a tragar lo que quieran imponernos", replica NdIovu.

Las espadas quedan en alto en Imbali, y por ahora sólo se dispara al aire. El periodo electoral ha hecho caer en picado la violencia política, pero los ánimos están todavía muy tensos y mucho tendrán que trabajar los dirigentes políticos y parlamentarios de la Cámara provincial de Pietermaritzburg para que sus diferencias con la Cámara nacional, que se instalará en Ciudad del Cabo, no hagan saltar chispas sobre el polvorín de Kuazulu-Natal.

Una monarquía medieval

Los zulúes son una orgullosa tribu amalgamada a principios del siglo pasado por la mano férrea de Shalka, un Napoleón africano que fundió en sangre y fuego una serie de clanes dispersos por el sureste de la actual Suráfríca. Desde entonces, los zulúes, que se las tuvieron tiesas con los bóers y llegaron a derrotar a los soldados imperiales británicos, aunque los casacas rojas rieron los últimos, siempre han tenido a su rey como un punto de referencia, aunque entre ellos mataran y murieran por discrepancias políticas. Mangosuthu Buthelez, el líder del Partido de la Libertad Inkhata (IFP), utilizó en el pasado al rey a su capricho, lo amordazó cuando quiso y lo ha devuelto al primer plano con su exigencia de que su figura y su función estuvieran garantizadas por la Constitución, lo que permitirá al rey Goodwill Zwelithini estrenar funciones el miércoles en la nueva Suráfrica al presidir la apertura del Parlamento provincial de Kuazulu-Natal.Para los militantes del IFP, sin excepciones, nada hay superior al rey Zwelithini, ante el que se arrodillan con entrega medieval. Esa concepción medieval de la monarquía también se puede encontrar entre los zulúes del Congreso Nacional Africano, aunque hay excepciones. Maó, que trabaja en el sector del seguro y vive en el gueto de Edenvale, próximo a Pietermaritzburg, prefiere a Nelson Mandela. "Amo y respeto mi rey", dice. "Pero Mandela luchó para liberarnos. Si tuviera que elegir, escogería a Mandela. Ahora no se trata de reinos, sino de conseguir la liberación de la gente".

En cambio, Sipho Nkosi, un maestro en el gueto de Kuamashu, vecino a Durban, y miembro del sindicato Kosatu, controlado por el ANC, tiene otro punto de vista. "Soy su más leal súbdito", responde cuando se le plantea la disyuntiva entre Zwelithini y Mandela. "No se le puede comparar con nadie. Es como comparar a Dios con un mortal. Creemos que su poder procede de Dios. Para nosotros, su posición es incuestionable. La tiene por derecho de cuna.

Maó Y Sipho están de acuerdo en que el rey no debe participar en política, una reacción muy lógica a los estrechos vínculos que en el pasado ha mantenido Zwelithini con el IFP.

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