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Volver a casa, como 'casco azul'

Una joven bosnia de 18 años regresará a Mostar como intérprete del destacamento español

Selma Poturovic ha tenido que esperar a cumplir 18 años, la pasada semana, para que el Ministerio de Defensa español la pudiera enviar como intérprete de los cascos azules a su ciudad natal de Mostar, como ella deseaba. Allí están sus padres, a los que no ve desde hace un año y medio. Selma sólo vivió cinco días de guerra antes de huir a Split con su hermana Sanja, de 25 años, y sus pequeños sobrinos Dino y Yani. León fue su segundo y definitivo destino, como el de otros 15 bosnios: así lo marcaba por casualidad, al llegar al aeropuerto de Barajas, un lazo amarillo en su solapa. Desde entonces, Selma ha aprovechado el tiempo y ha aprendido francés, español y ruso en la universidad leonesa. Su integración es para nota. Como una leonesa más, acude con cierta frecuencia al típico barrio húmedo a tomar unos vinos.El Ayuntamiento y la Diputación Provincial han ayudado a Selma a encauzar su vida. Durante 10 meses, Selma, su familia y el resto de sus compatriotas vivieron en una casa cedida por las hermanas carmelitas de León. El recibo de la luz lo pagaba el Ayuntamiento. "Había tantos niños que a veces sólo queríamos un poco de intimidad", recuerda. Con el sueldo que gana su cuñado Braco limpiando los autobuses urbanos han podido alquilar un piso de reducidas dimensiones en el popular barrio obrero de San Mamés.

Ahora su mayor deseo es participar en la ayuda humanitaria que presta España a su país y ver de nuevo a sus padres, la calle donde vivía y los tilos que daban sombra en las tardes de verano. Ella sabe que nada es igual desde entonces. No expresa excesivo optimismo en cuanto a la solución del conflicto bélico: "Ahora luchan todos contra todos. La situación es muy dificil. Decir que sigan juntos es imposible, ¡hay tanta rabia ... ! Decir que sigan luchando, también". Selma sólo espera a que su Embajada en París le facilite el pasaporte bosnio, con el que pueda entrar de nuevo en España desde Francia. Cuando esto ocurra se trasladará a Madrid, vestirá el uniforme de los cascos azules como uno más y partirá a su patria.

"Mi madre me dice que no vaya; no creo que mí padre sepa que voy a volver, se moriría de intranquilidad. Ella es fuerte como yo, sé que me oculta las calamidades. Pero mi padre... Más de un año de guerra ha acabado con él. Antes pesaba casi 90 kilos; ahora, 43. Tiene una gran depresión", dice cabizbaja, con profunda tristeza. "Cuando me fui de casa me dijo: '¡Hasta dentro de unas semanas!'. Ése es el mejor recuerdo, su sonrisa", señala refiriéndose a su progenitor.

Como en tantas otras familias a las que la guerra ha destrozado, Selma cuenta con varios primos muertos en suelo bosnio. El resto está desperdigado por Europa. "Quizá tenga un poco de miedo, pero los cascos azules me dan confianza. Mi ilusión es ayudar como me han ayudado a mí", afirma.

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