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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La tradición de una escuela

Ciclo Orquestas del Mundo (Ibermúsica / Tabacalera)

Filarmónica de Dresde. Director: Y. Temirkanov. Solista: A. de Larrocha, pianista. Obras de Weber, Beethoven y Prokofiev. Auditorio Nacional. Madrid, 3 de abril.

El concierto de la Filarmónica de Dresde, con Temirkanov y Alicia de Larrocha, celebrado en el Auditorio -y que hoy se repite en el Palau de Barcelona- , estaba previsto con mucha antelación. La concesión a la pianista barcelonesa del Premio Príncipe de Asturias ha añadido al interés musical el que tiene siempre la actualidad.La carrera de Larrocha, abundante en éxitos y honores, sigue un curso rectilíneo que, aparte las actuaciones juveniles, ha cumplido más de medio siglo. Durante tan largo plazo, la voluntad empecinada de Alicia no conoce un momento de crisis, quizá porque al voluntarioso se une un nervio que con frecuencia habrá tenido que domeñar para alcanzar el equilibrio y buen orden de sus versiones.

La biografía pública de Larrocha no se inicia con el repertorio español, sino con Mozart Chopin, Beethoven y Schumann. Cosa nada extraña si pensamos que el maestro casi total de Alicia fue Frank Marshall, seguidor del pianismo de Granados, discípulo, a su vez, de Joan Bautista Pujol (Barcelona, 1835-1898). La ascendencia filorromántica de Larrocha le viene dada exactamente desde el Romanticismo. En su época Pujol pasó por ser un excelente beethoveniano y la línea se prolonga hasta Alicia que también lo es con las mutaciones de vidas a la de los tiempos y a su propia personalidad.

Al escuchar a Alicia el Concierto en do, de Beethoven, con los sonidos terminantes y abstractos, cuando no hondamente expresivos, tal en el largo central, parece llegarnos el arte de una intérprete que tenemos ahí mismo, recién galardonada, y el eco de otros sonidos y expresiones distantes. Así es la historia, no contada, sino viva, modificada y palpitante.

Cuanto hizo Alicia de Larrocha quedó bien envuelto por Temirkanov y los músicos de Dresde en un clima más discursivo que el arte de nuestra pianista, pero tales contradicciones mínimas ayudaron a resaltar la belleza dada por la protagonista, comunicativa, bien acentuada y con más emoción que convulsión. El triunfo fue grande y por él merece Larrocha que dejemos de lado cualquier comentario sobre la obertura de Freischutz, de Weber o Romeo y Julieta, de Prokofiev. El personaje de la tarde era, sin discusión, Alicia de Larrocha.

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