¿Hasta cuándo?
El atentado perpetrado contra el Gobierno Militar de Barcelona constituye una nueva provocación, no solamente contra las Fuerzas Armadas, sino también contra un Gobierno que no muestra la suficiente firmeza para acabar con semejantes actos. Que esto haya sucedido la víspera de los debates sobre el estado de la nación resulta muy significativo, por cuanto puede constituir un pulso al Gobierno para saber cuál es su capacidad de reacción ante estos hechos (rechazo verbal y las consabidas muestras de condolencia) o medidas efectivas para erradicarlos.Si el Gobierno continúa en la línea observada hasta el presente, no nos debe sorprender que surja un nuevo desestabilizador del sistema que, con la experiencia de pasados fracasos, tratase de conseguir lo que antes no fue posible alcanzar.
Si un Estado de derecho dispone de los resortes legales para evitar que estas situaciones se produzcan, utilícense éstos con el máximo rigor en evitación de que pudiera ocurrir lo que no debe suceder, ya que después nos lamentaríamos de lo que pudo haberse evitado y no se evitó.
Si así no se hace, habrá que suponer que, o bien nuestra democracia carece de dichos resortes legales, o bien que -en caso de que los tuviere- el Ejecutivo no los aplica con el rigor y la firmeza que las circunstancias exigen y el propio prestigio de las instituciones democráticas aconsejan-
