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Tribuna:
Tribuna
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No es esto

Entre los sueños de nuestra generación no figuraba el del poder. Y si figuró, pensamos que cambiaríamos la cultura del poder sin dejar que el poder nos cambiara a nosotros. Hemos comprobado durísimamente para qué sirve esa cultura del poder: para que sus más altas instancias se muevan por las galaxias y las cloacas con el salvoconducto de todas las reservadas razones de Estado, incluida la de los fondos reservados.Y ahí está, ahí está la puerta de Alcalá de buena parte de las cúpulas del poder bajo la sospecha de corrupción, después de que durante esta década prodigiosa la beautiful people de la inteligencia -ex jóvenes filósofos, ex jóvenes sociólogos, ex jóvenes líderes de opinión- teorizara sobre la necesidad de dejar de sospechar del poder y de huir de la horterada de la ética de la resistencia o de la conciencia crítica. ¿Quién les va a pedir responsabilidades a estos proveedores oficiales de ideología, de quebradiza razón pragmática? Ahí está la beautiful people de la pasta gansa en el banquillo y la de la política a punto de sentarse, mientras la otra, leí de la inteligencia, empieza a apuntarse al no es esto, no es esto y salvará los bártulos de su bien amueblada inteligencia para volver con la frente marchita a los cuarteles de invierno consciente de que no puede servir a dueño que pueda morir.

Esta sensación de fracaso de una democracia secuestrada por especialistas sólo puede superarse o por sustitución o por elevación. Por sustitución, fraguando una oferta democrática participativa en torno a un bloque catártico y progresista. Por elevación, esperando que el acceso de la mierda a lo más alto lo deje todo tan ¡lavable que acabemos por encontrarle gusto y filosofía a eso que se llama la naturaleza humana.

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