Celibidache, un maestro para la historia
Ante la Octava sinfonía, Sergiu Celibidache se superó a sí mismo. Dos mil personas constataron el suceso y ovacionaron al maestro durante 10 minutos, tras la versión de una de las partituras más difíciles y problemáticas de escuchar.En la Sinfonía en do menor (1884-1890) Antón Bruckner avanza en sus supuestos ideológicos, idiomáticos y formales. Es la más extensa de todas y su sustancia no se deriva ya de Schubert, y aunque pueda situársela, convencionalmente, en la órbita de Wagner, es indudable que se trata de otro mundo. Aquí, el material, tan prieto en anteriores ocasiones, se diversifica al máximo sin que por ello el compositor deje de lograr, al fin, un trascendente hecho sinfónico total que clausura, simbólica y prácticamente, el siglo XIX y abre las puertas hacia un futuro en el que asoman los fieles repetidores, como Franz Schmidt o los no menos fieles innovadores, como Gustav Mahler.
Ciclo Bruckner, de la Fundación
Caja de Madrid.Orquesta Filarmónica de Múnich. Director: S. Celibidache. Sinfonía número 8, en do menor, de Bruckner. Auditorio Nacional. Madrid, 27 de abril.
Una formación orquestal inmensa cobra, en manos de Bruckner, naturaleza de algo moldeable: la intimidad extensa y las grandes tensiones parecen brotar de lo más recóndito. El hombre-artista habla a la humanidad, en bloque, antes que a la suma de individualidades.
Es necesario poseer gran sabiduría, insobornable afán de verdad y elevada espiritualidad para internarse en esta gran crisis de la Europa terminal de siglo, despejar las nieblas, iluminar todos los espacios y hasta volar sobre el conjunto. Esto hizo Celibidache en el cénit de su capacidad insólita, a lo largo de dos horas de música entendida y explicada de una manera que hará -ya la ha hecho- historia. También ha de contarse con una orquesta entregada, entusiasmada, dispuesta al trabajo cotidiano, consciente y responsable de su misión, como es la de Múnich, para responder a cuanto demanda quien más y mejor puede hacerlo.
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