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"Made in Madrid"

Un libro recopila los oficios artesanos que están en peligro de extinción en la capital

El cuchillero de Vallecas no es Antonio Talavera, sino su padre. "El apodo se lo quedó mi padre; yo soy sólo Antonio", explica el último fabricante de cuchillos de la capital.Talavera, hijo, es uno de los 59 artesanos que ilustran el segundo tomo de Madrid hecho a mano, una publicación de la Cámara de Comercio. "Con este libro queremos dar a conocer el trabajo en los talleres madrileños y rendir un pequeño homenaje al artesano", explica Francisco Espasandín, coordinador de la publicación. El segundo propósito es dejar un documento histórico, pues todos los años se cierran talleres porque los artesanos se jubilan o mueren y nadie continúa su labor manual. "Los mismos artesanos se han esforzado en dar a sus hijos una educación que les permita emprender otro tipo de trabajos", comenta Espasandín.

No es el caso de José Luis López. Tiene 31 años y hace un lustro se hizo cargo del taller de rejillería de su padre. Fue el precio a pagar por husmear desde pequeño en el taller familiar y aprender secretos que sus hermanos nunca llegaron a ver. "Ahora le he cogido cariño y supongo que me jubilaré aquí", comenta sin resignación. Sus días transcurren plácidamente reparando rejillas de enea de las sillas andaluzas o castellanas que se resisten a caer en el olvido.

Tradición familiar

Su padre, su abuelo y su bisabuelo nunca abandonaron el oficio de rejilleros y él no va a ser el primero de la saga. Lo único que abandonaron es el viejo local de la Corredera Baja, pero de eso hace ya mucho. En 1910 se trasladaron a la calle de Isabel la Católica, donde todavía está el taller, uno de los pocos que subsiste abierto al público. José Luis sabe que es bueno en su oficio, pero no el mejor. "Mi tía Mercedes es insuperable, aunque ya está retirada. Nadie es mejor que ella", puntualiza.La Cámara de Comercio no facilita subvenciones a los artesanos. Sólo mantiene programas de ayudas para que asistan a ferias internacionales y puedan abrir nuevos mercados. También les ayuda con la edición de catálogos. El primer tomo de este prolijo libro se editó en 1989 y destacaba a los 60 primeros artesanos que recibieron un diploma de la cámara. "No es un estímulo económico; se trata simplemente de un reconocimiento", especifica Espasandín.

Los diplomados deben cumplir al menos uno de los cuatro requisitos siguientes: desarrollar una actividad artesana durante más de veinte años, ejercer un oficio en vías de extinción, continuar una tradición familiar o hacer un aporte al patrimonio artístico de Madrid.

Talavera, el hijo del cuchillero de Vallecas, no teme que su oficio desaparezca. "Los filetes van a existir siempre. Si el carnicero no tiene buenos cuchillos, ¿cómo los va a cortar?", dice con sabiduría. Tiene 41 años y asegura que le han salido los dientes en el taller. Y probablemente se le caigan en el mismo lugar, pues no aspira a dejar de pulir y afilar.

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El libro Madrid hecho a mano, escrito por la estudiosa de la ciudad Sabina Díez, recoge oficios que parecían descartados. El taxidermista José Luis Benedito está atareado con la conservación de. una cabeza de impala y los herederos de Cesáreo Guerra fabrican pavimento de barro para el suelo de los paradores.

Sin embargo, muchas artesanías han tenido que adaptarse a los tiempos modernos para no morir. Los alfareros de hoy no hacen cántaros para el agua, pues todas las casas cuentan con grifos. Fabrican principalmente huchas, botes para cuajada y objetos de decoración. "Los cereros hacen velas ahora para repeler el tabaco o para las mesas de algunos restaurantes, pues las iglesias utilizan cada vez más cirios eléctricos", comenta Espasandín.

El tercer tomo de la colección se publicará cuando 60 nuevos artesanos reciban su diploma. Ya tienen 30. Entre ellos, las hermanas Mesa Benito, que en un pequeño taller de El Escorial bordan mantas para vestir santos con hilos de oro. Aprendieron el oficio de su madre, que bordaba capas militares.

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