Delibes evoca la tragedia íntima de fabular
El escritor hizo un emotivo repaso de su vida al recoger el Premio Cervantes
Nadie recordaba, entre los habituales asistentes a la entrega del Premio Cervantes, un discurso tan emocionante como el pronunciado ayer por Miguel Delibes en Alcalá de Henares. "He vivido como un visionario esquizofrénico" o "he pasado la vida disfrazado de otros sin darme cuenta de cuánta vida propia dejaba en cada desdoblamiento" fueron algunas de las frases más sobrecogedoras de este vallisoletano de 73 años, una figura indiscutible de las letras españolas.
La intervención del premio Cervantes 1993 fue coronada con varios minutos de aplausos y con un nudo en la garganta de muchos de los presentes. Nadie quería dar por cierta una despedida de la literatura y de la vida de alguien cuya lucidez es tal que dijo: "Sólo aspirar a conservar la cabeza suficiente como para saber en qué momento está empezando a perder la cabeza".La rigidez protocolaria que encorseta estos actos se rompió nada más llegar el escritor con un "¡Viva Miguel Delibes!" gritado por Carmen Martín Gaite y seguido de un largo aplauso por los asistentes, que se apiñaban sudando dentro del recinto. Pocos suelen ir tan acompañados por un grupo tan abundante de familiares como ayer llegó Delibes: nada menos que 20 personas, entre hijos y nietos, estuvieron con él en la sala. Toda su intervención -menos de cinco folios escritos- fue seguida por un silencio a veces angustioso. Esto se notó de manera especial cuando Delibes contó cómo descubrió que se había convertido en un viejo: "Mis propios personajes me habían disecado, no quedaba de mí más que una mente enajenada y una apariencia de vida. Mi entidad real se había transmutado en otros, yo había vivido ensimismado, mi auténtica vida se había visto recortada por una vida de ficción. Y cuando quise darme cuenta de este despojo y recuperar lo que era mío, mi espalda se había encorvado ya y el ácido único se había instalado en mis articulaciones. Ya no era tiempo".
Delibes dejó a los asistentes sin respiración cuando se refirió a los estragos de la edad. "Los amigos me dicen con la mejor voluntad que conserve la cabeza muchos años", afirmó. Y se respondió: "Antes que a conservar la cabeza muchos años, a lo que debo aspirar ahora es a conservar la cabeza lo suficiente para darme cuenta de que estoy perdiendo la cabeza. Y en ese mismo instante frenar, detenerme al borde del abismo y no escribir una letra más".
La personalidad del escritor premiado estuvo también presente en los discursos del rey Juan Carlos y de la ministra de Cultura, Carmen Alborch. El Rey destacó el cariño popular del que disfruta el autor de Los santos inocentes, para detenerse después en la labor que por el lenguaje rural ha desempeñado Delibes. "Su obra encarna de manera fiel y penetrante la existencia y experiencia vital de Castilla y de sus regiones limítrofes, territorio en el que el escritor se halla hondamente enraizado. Delibes es quien mejor ha escuchado y dado voz a nuestra población rural y provinciana, sometida desde antiguo a continuo despoblamiento y a la disgregación de muchos de sus valores, ritmos y modos vitales".
La ministra de Cultura hizo un prolijo recorrido por la extensa obra literaria del escritor premiado y recordó que los premios institucionales, como el Cervantes, tienen como objetivo restituir a los creadores sólo una mínima parte de lo que éstos hacen por la sociedad con su trabajo.
Al final, todos hablaban del impacto producido por las palabras de Delibes. Pero él, con la mejor de sus sonrisas, argumentaba que ya no puede hablar de esperanzas. "No tengo amargura. He hecho un análisis sincero. Repito que el Nadal -por La sombra del ciprés es alargado, en 1947- me abrió unas puertas que ahora se me cierran con una jubilación de lujo".
Babelia
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