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La OTAN acepta la intención de retirada serbia

Lluís Bassets

"Estamos vigilantes y preparados para golpear en cualquier momento si es necesario". Así definía ayer un portavoz de la OTAN la actitud de los aliados ante el alto el fuego y la retirada de las fuerzas serbias que penetraban en Gorazde hasta el sábado, horas después del ultimátum de la Alianza. La OTAN dio por buena la valoración sobre el terreno del enviado especial de Butros Butros-Gali, Yasushi Mashi, y del jefe de los cascos azules en Bosnia, el general británico Michael Rose, aceptando como un hecho la retirada de los serbios y dando como. prueba la llegada de equipos médicos y ayuda.

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Una aplicación estricta de los dos comunicados aprobados por el Consejo Atlántico entre el viernes por la tarde y la madrugada del sábado debiera haber llevado a una actuación inmediata de la aviación aliada. Los serbios siguieron sus hostilidades contra Gorazde varias horas después de que la OTAN lanzara su conminación inmediata a un alto el fuego. De otro lado, han iniciado su repliegue de Gorazde de forma lenta y ambigua, como es ya característico cada vez que aseguran aceptar y cumplir un acuerdo internacional.La Alianza no ha actuado inmediatamente porque el sistema de decisión acordado con las Naciones Unidas es de doble llave, es decir, que requiere el acuerdo de ambas organizaciones, las Naciones Unidas y la Alianza Atlántica. En el caso de los ataques aéreos para proteger las zonas seguras, además, la primera decisión, es decir, el primer ataque, debe tomarse a iniciativa del secretraio general de Naciones Unidas o de su delegado. Los siguientes bombardeos ya se decidirán, sin embargo, a partir de la cadena de mando de la OTAN en coordinación con la Unprofor.

En consecuencia, ayer no había posibilidad alguna de que la OTAN decidiera por su cuenta que hacía falta atacar de inmediato en vista del incumplimiento de algunas condiciones. Fuentes de la Alianza reconocieron además que comparten la valoración inicialmente positiva realizada por Akashi sobre la generalización del alto el fuego y el cambio de actitud de los serbios, como prueba la posibilidad de despliegue de cascos azules sobre el terreno y la evacuación de los heridos. Tras estas primeras impresiones globalmente optimistas sobre el comportamiento serbio, la segunda prueba decisiva del funcionamiento del ultimátum atlántico se producirá en la noche del martes al miércoles, momento en que un radio de 20 kilómetros desde el centro de Gorazde debe quedar despejado de artillería pesada. La insuficiencia numérica del contigente de la Unprofor en Bosnia impedirá un control estrecho y preciso de la retirada artillera, por lo que es muy posible que se repitan situaciones como las sucedidas en Sarajevo, donde los serbios han llegado a robar un tanque a las fuerzas de la ONU en sus narices o se han llevado un almacén entero de cañones antiaéreos.

Esta dificultad, que se añade a la enorme complejidad de un control exacto de la retirada serbia del propio centro de la ciudad, está compensada por el carácter realmente exhaustivo de la amenaza de la OTAN en sus dos comunicados. En la práctica, cualquier acción en las seis zonas de seguridad puede desencadenar inmediatamente el mecanismo de castigo, que actuará de forma generalizada sobre algunos centenares de puntos perfectamente localizados, donde se hallan las piezas de artillería, los polvorines, los almacenes de carburante e incluso los centros de mando del Ejército serbobosnio.

Nadie lo ha dicho de forma explícita en la sede de la OTAN, pero el carácter de los comunicados y el contenido de las declaraciones de los responsables civiles y militares no deja lugar a ninguna duda. No habrá nuevos ataques puntuales de algunos aviones de la Alianza sobre algunos objetivos serbios. Si es necesaria una acción, se producirá de forma generalizada y muy intensa, con el objetivo de disuadir de una vez por todas a los responsables serbios.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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