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Derechazos para dar y regalar

Guateles / Manzanares, Ojeda, Litri

Cuatro toros de Los Guateles (dos fueron rechazados en reconocimiento), chicos excepto 4º; 5º impresentable; flojos y nobles; 1º, 5º y 6º, sospechosos de pitones, se lidiaron bajo responsabilidad del ganadero. Dos de Sayalero y Bandrés, chicos; 2º noble, 3º inválido.

José Mari Manzanares: cinco pinchazos y bajonazo (silencio); pinchazo perdiendo la muleta, media atravesada y descabello (silencio). Paco Ojeda: estocada trasera baja (silencio); media trasera ladeada atravesada (silencio).

Litri: metisaca atravesando de parte a parte, dos pinchazos y se tumba el toro (silencio); estocada (oreja).

Plaza de la Maestranza, 18 de abril. Octava corrida de feria. Cerca del lleno.

Los derechazos deben de estar de oferta porque los hubo en la tarde ferial y maestrante para dar y para regalar. El saldo del derechazo. Dos por el precio de uno. Usted compra cien y le regalamos otro ciento. Ponga un derechazo en su vida. ¡Al rico derechazo! ¡Para el nene y la nena! Y los señores toreros, que habían llevado a la plaza derechazos a espuertas -a lo mejor no tenían otra cosa que ofrecer, los pobres-, derramaban su mercancía hasta colmar las apetencias derechacistas de la afición. Al terminar la fiesta, algunos aficionados se quejaban de empacho. Unos comentaban que no podían más y se iban a meter en la cama. Otros, preferían bajar el atracón con una copita de vino fino. Bueno; quien dice una, dice una docena.Si los derechazos eran buenos o malos, esa es distinta cuestión. Al género de oferta tampoco se le debe mirar las vueltas ni exigir exquisiteces. Uno va a los saldos, revuelve, se lleva lo que puede, dos por el precio de uno, y luego no vale arrepentirse. Apenas traspasada la puerta del Príncipe, se preguntaba la sesuda afición qué clase de derechazos había pegado Litri para que le dieran una oreja, pero ya era tarde. En los saldos no se admiten devoluciones.

Uno que no se limitó a pegar derechazos fue José Mari Manzanares. Eso ocurrió en su primer toro, al que dio derechazos en alternancia con los naturales, solo que lo hacía sin temple ni sosiego, chascando zapatillazos y pegando unos gritos que trascendían el coso y llegaban a los confines de Tablada. Los transeúntes que pasaban a la vera de la Maestranza, al oir aquellos chillidos, se debían preguntar a quién estarían matando dentro. Al cuarto toro Manzanares únicamente le pegó derechazos, de similar sonoridad y factura, o quizá un poco peores.

Paco Ojeda agarró la muleta con la derecha tan fuertemente como si temiera que se la fuesen a robar. Tenía motivos pues esa muleta, de tamaño ciclópeo, probablemente construída en los Astilleros de Cádiz, debió valerle un dineral. No solo es la tela, sino montarla luego, la maquinaria, los obreros, los sueldos, las horas extraordinarias, la Seguridad Social... Paco Ojeda, que reaparecía en esta función ferial y maestrante, venía dispuesto a no dar otra cosa que derechazos, así se hundiera el mundo. Ya se sabe que hay más pases en la tauromaquia, pero ninguno como el derechazo en la versión exclusiva de Paco Ojeda. De manera que buscaba la distancia adecuada, recorría medio ruedo de un lado a otro hasta encontrar su acomodo, estiraba entonces el cuerpo aderezándolo de majestuoso garbo, presentaba la muletona, acudía obediente el torito gracioso... y no pasaba nada. El parto de los montes, resultaba ser aquel toreo derechacista de Paco Ojeda, incapaz de templar e incluso de aguantar unas embestidillas insignificantes.

Lances de parón empleó Paco Ojeda para recibir a sus dos torejos y al efecto desplegaba la vela latina, pues pudo comprobarse que el capote aún duplicaba o acaso triplicaba el tamaño de la muleta. Ese se lo tuvieron que construir en Ensidesa.

Litri tironeó los derechazos a un torejo inválido y al sexto, de encastada nobleza, se los pegó con más sosiego e incluso cierta ligazón, lo cual constituyó novedad de tal magnitud, que llegó a poner al público en pie. La gente se siente felicísima en cuanto encuentra en los saldos algo de mediano fundamento, y es capaz hasta de ponerse a bailar allí mismo las sevillanas.

Se trataba se una corrida de toros, si bien se mira, aunque eso de los toros constituia una presunción excesivamente optimista. Toro-toro, lo que se dice toro-toro-toro, no hubo ninguno. Medio toro, apenas uno. Y no toro -nada de toro, ni sombra de toro- el resto. Claro, que a los saldos no hay que pedirles gollerías. Con los 1.472 derechazos que se vieron allí ya quedó todo el mundo bien servido.

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