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La recuperación económica, una tarea de todos

El autor propone medidas como la flexibilización del mercado de trabajo, la moderación de los márgenes empresariales o la contención del gasto público para salir de la crisis.

En los últimos 15 años, la economía española se ha sometido a un proceso de modernización importante, y así: a) se ha producido un proceso de capitalización muy fuerte, tanto en capital físico como humano; b) se ha dado una tendencia a flexibilizar el sistema, que se ha caracterizado en la simplificación y creación de mercados financieros, en la reestructuración de diferentes sectores industriales, en la agilización de las administraciones públicas, debido, entre otras cosas, a un fuerte proceso de informatización, etcétera; c) se ha llevado a cabo una profunda apertura hacia el exterior, etcétera. Como consecuencia de todo ello, en los años de expansión económica siguientes a la segunda crisis energética, la economía española experimentó tasas de crecimiento altas, llegando a ser superiores al 5% en 1987 y 1988, y atrajo grandes entradas de capitales.En este proceso de expansión se fueron acumulando deficiencias y desequilibrios estructurales que se reflejaban en tasas de paro elevadas, tasas de inflación y tipos de interés superiores a los de los principales países desarrollados, fuerte déficit comercial con el extranjero, junto a una peseta sobrevalorada y un déficit público en aumento. Al llegar una crisis de ámbito internacional se ha puesto de manifiesto que la economía española, habiendo experimentado un proceso de renovación tal que le da unas posibilidades como no las ha tenido antes, se encuentra con que, a diferencia de otras crisis previas, tiene un grado tan amplio de apertura al exterior que la salida de la crisis requiere corregir los desequilibrios que disminuyen nuestras posibilidades de competir con otros países.

En este sentido, las deficiencias estructurales de la economía española en la primera parte de 1992 llegaron a una situación tal en la que economistas de diferentes procedencias, y también desde la Cátedra de Econometría de la Universidad Carlos III de Madrid (*), señalaban que con unos tipos de interés nominales y reales altos y una peseta sobrevalorada era imposible salir de la crisis. La realidad se fue imponiendo, y a lo largo del segundo semestre de 1992 y primero de 1993 se produjeron una serie de devaluaciones que en total han supuesto una caída de la pesetas respecto al dólar superior al 40%. Esto y el movimiento a la baja de los tipos de interés europeos han llevado a importantes reducciones en los tipos de interés en España.

Junto a esto, la magnitud de la crisis ha llevado a una fuerte destrucción de empleo a lo largo de tres años, que ha sido la forma brusca de intentar ajustarse a la nueva situación, que de por sí genera el sistema. Esta reducción de empleo ha supuesto que los costes unitarios de producción se han reducido, son más competitivos respecto al exterior o, lo que es lo mismo, se han producido grandes aumentos de productividad.

En consecuencia con lo anterior, se tiene que en la media de 1993 el producto interior bruto ha caído un 1% respecto a la media del año precedente, indicando que en 1993 se dio el momento más grave de la crisis, en el que las medidas correctoras mencionadas no se habían plasmado plenamente. Sin embargo, a lo largo de los trimestres naturales de 1993, el PIB presenta un perfil de crecimiento trimestral que implica una recuperación. Esta recuperación se ha obtenido sobre la base de una aportación positiva al PIB de más de dos puntos porcentuales procedente de nuestro comercio con el exterior, ya que la demanda interna cayó en 1993 el 3,6%.

Ante esta situación, cabe plantearse ¿hacia dónde vamos? Un plan de acción para salir de la crisis consiste en mantener la aportación positiva del sector exterior, de modo que genere demanda de inversiones para atender la mayor producción que el incremento de exportaciones requiere, la cual, a su vez, irá propiciando una recuperación de la demanda interna, que deberá aumentar y consolidarse con una recuperación final del consumo. Esto podría terminar con un periodo de cierta estabilidad, con tasas de crecimiento del PIB entre el 2% y el 3%.

Ahora bien, esto plantea dos preguntas: 1. ¿Es factible llevar a cabo este plan? 2. ¿Es esto suficiente para reducir el paro? En cuanto a la primera, la respuesta no puede ser una afirmación o una negación rotunda, sino que tiene que darse en condicional. Es decir, lograr este tipo de salida de la crisis depende de que se logre mantener lo ganado en cuanto a la corrección de desequilibrios estructurales y emprender nuevas acciones para que estos desequilibrios queden desnaturalizados.

En cuanto a la aportación positiva del sector exterior tememos que ha empezado a decrecer a partir del tercer trimestre de 1993. Es, por tanto, necesario controlar la inflación interna para que los efectos de las devaluaciones no se vayan hacia precios, sino a aumentos de producción. En este sentido, un gran peligro para la inflación en 1994 se encuentra en la posibilidad de que los empresarios quieran recuperar sus márgenes de beneficios con excesiva rapidez. Es, por tanto, necesaria una concienciación empresarial de que la recuperación de beneficios ha de ser paulatina, en función de alcanzar y mantener unas cuotas de mercado adecuadas, y no poniendo a éstas en peligro, de modo que la recuperación quede abortada. Al mismo tiempo, la negociación salarial no puede realizarse con el mismo patrón para todos los sectores o para todas las empresas de un sector. En 1994 será necesario que las negociaciones colectivas se hagan en función de la realidad concreta de cada empresa, presionando por un reparto equitativo de excedentes consolidados allí donde los haya, pero aceptando las pérdidas en el poder adquisitivo de los salarios allí donde eso sea necesario para garantizar la supervivencia de la empresa, aumentando la competitividad necesaria de ésta que permita lograr y mejorar las anteriores cuotas de mercado.

En cuanto a la inversión, nos encontramos que, aunque trimestralmente se ha ido recuperando a lo largo de 1993, está todavía decreciendo a tasas trimestrales superiores al 1%. La recuperación de la inversión no sólo requiere que los tipos de interés continúen bajando (obsérvese que tipos de interés preferenciales del 8% implican tipos reales ex-ante alrededor del 4%), sino que vayan mejorando las expectativas futuras. Para ambas cosas, la acción del sector público es importante: el déficit público ha de reducirse, de modo que su presión en los mercados financieros empujando al alza los tipos de interés se reduzca notablemente, y ha de aumentar la eficiencia del gasto público, de modo que se contribuya reducir los costes de la actividad económica en España y a aumentar el nivel de bienestar que el gasto público debe generar. Un gasto público que suponga cada vez mayores reducciones de costes para el desarrollo de la actividad de otros sectores económicos y mayor nivel de bienestar ciudadano son condiciones necesarias para crear unas expectativas de confianza en el sistema económico español y asegurar la implantación de una presión fiscal adecuada para atender dicho gasto.

Conseguir que el gasto público se realice de forma eficiente y equilibrada requiere una reforma administrativa que, además de ser absolutamente necesaria en sí misma, sea el desencadenante de una actitud generalizada que conduzca a que la actividad que cada persona realice en su trabajo sea realmente productiva.

En consecuencia de todo lo anterior, se puede decir que, en el corto plazo, el tipo de acciones necesarias son: 1. Ensayar las medidas pertinentes para llegar a una flexibilización del mercado de trabajo que al tiempo propicie una reducción de los costes productivos, mantenga y aumente los niveles de dignidad que el trabajador ha logrado en la sociedad moderna. 2. Orquestar una campana por parte de las organizaciones empresariales destinada a aconsejar que la recuperación de los márgenes de beneficios se realice sin poner en peligro el mantenimiento o el crecimiento de las cuotas de mercado. 3. Lograr que los convenios colectivos se realicen en función de las condiciones específicas de cada empresa, basando los incrementos salariales en aumentos de productividad. 4. Mantener una política de tipo de cambio en la que la peseta no se aprecie. 5. Propiciar uña reducción de los tipos de interés nominales que conduzca a que los tipos de interés reales ex-ante no superen el 2%. 6. Propiciar cambios fiscales que reduzcan las contribuciones empresariales a la Seguridad Social a cambio de mayores tipos en el impuesto del valor añadido. 7. Aumentar la inversión pública y los gastos en educación e investigación como forma de alentar mayores niveles de capitalización para configurar el contexto competitivo productivo que la economía necesita.

Estas medidas son necesarias para garantizar que la recuperación de finales de 1993, a partir de la evolución del sector exterior, se canalice adecuadamente, generando mayor demanda de inversión y finalmente de consumo sin aumentar la inflación. Con la información del índice de producción industrial hasta diciembre de 1993 se observa que los sectores de producción de bienes de consumo e intermedios tienen crecimientos tendenciales positivos, pero el sector de producción de bienes de inversión continúa registrando tasas de variación tendencial negativas. Además, las perspectivas que para dicho sector venían mejorando a lo largo de todo el segundo semestre de 1993, en el sentido de que cada vez eran menos pesimistas, han vuelto a empeorar con la información referida a diciembre de 1993. En la medida en que esto acabe confirmando que la recuperación económica no genera mayor inversión, el peligro de que la recuperación se base en un incremento del consumo, seguido de un aumento de la inflación que impida la continuidad del proceso de recuperación, es grande. Por tanto, en los próximos meses habrá que seguir los indicadores económicos para comprobar la ortodoxia de la recuperación, de modo que se pueda confiar en una continuidad progresiva de la misma. En caso contrario, la recuperación en 1994 puede ser aparentemente mayor, con tasas de crecimiento del PIB superiores al 1 %, pero sin garantía alguna de que no se agote pronto en 1995 o 1996. Así, un crecimiento del PIB en 1994 superior al 1%, basado mayormente en el consumo, con una demanda de bienes de inversión estancada y un notable aumento de las importaciones, puede ser el preludio de un nuevo periodo recesivo en el bienio 1995-1996.

Junto con las medidas a corto plazo mencionadas, hay que señalar que a medio plazo, dentro del marco de la reforma administrativa, se debe reestructurar el gasto público e implantar objetivos a alcanzar con cada partida de gasto e implementar instrumentos para el seguimiento y control del cumplimiento de dichos objetivos. Tan importante como un tribunal de cuentas es un tribunal que fiscalice el cumplimiento de los objetivos a los que se debe aspirar con cada partida del gasto público en las diferentes administraciones.

Estas medidas, a corto y medio plazo, podrían garantizar una etapa de crecimiento sostenido en la economía española; sin embargo, si no se logran implantar, los desequilibrios de esta economía irán en aumento, y la fase de recuperación, que cabe albergar a partir de los últimos datos referidos a 1993, puede quedar abortada y pasar a registrar en algún momento del periodo 1995-1996 tasas de crecimiento bajas, inferiores a las de 1994, que finalmente desembocarían en otro proceso de crisis económica.

Antoni Espasa de la Cátedra de Econometría de la Universidad Carlos III de Madrid.

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