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La sosa faena de Mariano Rubio

Los parroquianos de los bares con 'tele' se cambiaron al fútbol de la selección sub 21

En este cogollito del madrileño barrio de Salamanca cuyo punto de referencia es el Mercado de Torrijos hay un montón de bares. Aquí se chatea, se tapea, se zampan en un pispás los menús de 900 o 1.000 pesetas de mediodía, y por la noche se liga a todo pasto. O se intenta. En este miniplaneta madrileño, los bares con tele, que abundan, despachan corridas, fútbol, programas con gancho. Ayer, la corrida tenía un figurón como único espada: Mariano Rubio. En el bar Portomar, la clientela de la barra de pinchos, mariscos y copas torció la cabeza o entornó los ojos cuando el Congreso de Diputados abrió el portón. Un señor que declaró 75 años exclamó: "Pase lo que pase, ¡yo paso de todo!". Dos señores muy interesados fumaban puro y no quitaban ojo de la pequeña pantalla. Comenzó la gresca entre los portavoces de los partidos políticos sobre el turno de los primeros pases de castigo a Rubio y ya se esbozaron algunas expresiones malajes de la clientela: "De lo que tenemos ganas es de Mariano Rubio".Pegué un salto hasta un bar de al lado, Los Alpes, y la paciencia ya se había agotado: "Sois todos unos mamones", sentenció un caballero con pinta de secretario de algo. Las cabezas se movían. El ambiente se crispaba porque la imagen tirando a inquieta de Rubio sólo aparecía como gancho. Los Luisa Fernanda Rudi, del PP, o Francisco Frutos, de IU, aguaron medianamente la fiesta de entrada.

Otro salto de nuevo al Portomar: "Nadie pregunta nada claramente, no dan diana"; lo dice el camarero, Juan. Una carrera hasta el bar Hermanos Navarro, dentro del Mercado Torrijos: "Ya habla Mariano Rubio", pero los contertulios juegan a las cartas; algunos miran de reojo a la pantalla. A dos pasos, otro bar, el Torrijos. La tele, con Rubio de primera figura, predica al aire cargado de humo y alientos. Un mozalbete, que trabaja en una frutería: "Da asco ver a esta gente". De nuevo a Los Alpes. El público numeroso ya se había agotado con todos los prefacios de los portavoces, y ahora las caras se tornan mustias, no se sabe si rabiosas. Más bien aburridas.

Al punto de arranque otra vez, el Portomar: ya no habla Rubio y la gente se ha ido. Quedan los dos señores con puro; uno de tanto en tanto se mira al espejo y se atusa el pelo. Juan opina: "No ha dicho nada de nada, y además es que fue la prensa la que impactó". Los dos señores con puro también se van desconsolados. Ha llegado la hora de soledad de M. R.

Echamos un repaso más a todos los bares del contorno. Pero la corrida de M. R. se daba por terminada. Eran las seis de la tarde y acababa de comenzar el partido de fútbol de la sub 21 en Nimes. En todos los bares cambiaron de canal. Sólo seguía con M. R. el Portomar. Allí continuaba el señor que declaró 75 años y que miraba a los cielos. Entraron un chico y una bella joven, pidieron una cerveza y, de espaldas, hablaban con cierta pasión. Me acerqué lo más finamente posible y pregunté: "Les interesa eso de la televisión con M. R?". Y los dos, a la vez, rotundos: "Nada".

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