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Señas de identidad

Juan Cruz

En medio del basurero en que se convierte a veces la vida cotidiana de este país, conviene 'buscarse esperanzas de dignidad, señas de la cultura que sirvan para siempre, trozos de papel que perduren más allá del olor -y del mal olor- fugaz de la fama.Ayer se lo preguntábamos en Barcelona a Joan Manuel Serrat, que suele hablar de estas cosas con la rotundidad de los adolescentes: ¿qué esperanza de dignidad le puede dar la cultura a este país? La verdad, decía el cantautor catalán, es que vivimos aquí y fuera de aquí un momento sumamente indigno. "Lo pensaba yo el otro día: si un hombre de la clase de Pertini resucitara hoy se marcharía inmediatamente de nuevo. La indignidad está en todos los ámbitos y lo salpica todo. ¿Qué puede hacer la cultura? Tendría que ser más comprometida, más responsable, más seria. Dicen mucho ahora que se está acabando el periodo de la ligereza: a lo mejor si se repite eso que se dice terminará siendo verdad". Lo,comentamos también con el escritor Rafael Argullol, que es filósofo, y él tiene una respuesta histórica para describir el clima de putrefacción que se nota en estos tiempos donde la indignidad parece un vocablo común que ha llegado a afectar en el justo centro del estado de ánimo de la cultura. "Lo que está pasando ahora es consecuencia de la cultura del éxito que dominó en los años ochenta y que identificaba el triunfo y la sabiduría con el dinero y con el poder. Lo hegemónico era el nuevorriquismo y retrocedió por completo el concepto complejo de cultura como armonía y equilibrio de acuerdo con la vieja idea de los griegos". ¿Y no hay ninguna luz al final de ese túnel? "El defecto es europeo, no sólo español: se acabó la complejidad y todo ha sido sometido a las leyes de lo fácil. La ciudadanía está bajo la tiranía del éxito y las actitudes de la resistencia están en las catacumbas. ¿La luz? Volver al equilibrio, buscar ciertas formas de silencio".

En medio del ruido se ven figuras que a lo mejor contribuyen a devolver aquellas señas de dignidad que la cultura es capaz de dar a la sociedad española. Serrat y Argullol, a los que hemos elegido para hablar de esta atmósfera que parece imperar hoy entre nosotros, tienen claro que no se puede perder del todo la esperanza. "SI yo tuviera que identificar la identidad que queda en el mundo de la cultura , una figura que fuera esencial para entender ese concepto, nombraría a Joan Brossa. Pero están también Sampedro, Benedetti, Delibes, Vázquez Montalbán.... y muchos, muchos, muchos", dice Serrat. "Y yo creo", reflexionaba Argullol, "que para recuperar la dignidad de la cultura, la consistencia de su porvenir tiene que proceder de la lucha contra la vulgaridad, que la gente vuelva a tener materiales para explicarse la complejidad de la vida".

Entre esos personajes que quedan como faros posibles de la regeneración de las señas de dignidad que convienen hoy hay un hombre, Delibes, que la semana próxima será en Madrid sujeto de una serie de homenajes: en él se premia, con el Cervantes, el uso pausado de una lengua que ha servido para el arte y que también sirve para la prisa y el desasosiego que hoy llena de ruido las calles, los parlamentos y los medios. Desde la pausa castellana, él ha sido maestro de la reflexión, como desde el batiburrillo de Madrid ha sido horizonte del pensamiento convulso, desde la posguerra hasta hoy, un hombre como Aranguren, cuya obra completa filosófica acaba de aparecer en tiempos en que verdaderamente pensar ha sido visto como una señal de los espíritus obsoletos. Antes, la aparición de una obra tan sólida -y tan dubitativa para nuestra fortuna- como la de Aranguren hubiera sido un acontecimiento, pero parece que el mundo está para otros ruidos y para solemnidades mucho más fugaces.

Y en medio de ese ruido, se ha ido lenta y humildemente un hombre, Manuel Andújar, que hizo del exilio una filosofia y que hizo crecer en aquellos ámbitos, antes de que España fuera ensordecedora, una señal de dignidad, un poste desamparado en un mundo voraz y olvidadizo. Acaso cuando acabe el ajetreo, la gente empezará a mirar de nuevo hacia adentro y se creará en España una confianza nueva, el adiós a este clima atosigante de deterioro.

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