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Reportaje:

Nueve crímenes sin firma

Jan Martínez Ahrens

. Nueve garrotazos callaron al anciano quejica y cuatro tiros al colombiano derrochador. César Rojas, un hombre de camisa de seda, fue asesinado a orillas del Guadarrama con las manos esposadas. Y un yonqui llamado Jesús Sánchez Rodríguez cayó de un golpe en el cráneo en la plaza de las Comendadoras. Son cuatro de los nueve crímenes sin resolver de 1993 que se amontonan en las carpetas de la Guardia Civil y la policía. Las víctimas -casi siempre por drogas- fueron cuatro colombianos, tres españoles y dos iraníes. El enigma de los colores, olores y sonidos a los que se aferraron antes de morir aún baila en las pupilas del criminal. Anda suelto.

Esposas de sex shop.

Aquella mañana del 22 de febrero, Carlos Rojas vestía un abrigo inglés azul marino, pantalones a juego, una camisa de seda de color mostaza y botines negros. En el bolsillo guardaba cinco dólares.

Completaban el atuendo cinco tiros y una manos finas ancladas a la espalda con unas esposas de sex-shop. El cadáver, de ojos claros, yacía en la cuneta que traza la carretera de Extremadura junto al río Guadarrama. La policía de Leganés, Móstoles y Madrid ha fatigado pistas relacionadas con las drogas, la venganza, la extorsión y el ajuste de cuentas. Nada. Las manos que cerraron las esposas siguen libres.

Un millón de pesetas en el pozo.

El 3 de mayo de 1993, la puerta de un corral de Ciempozuelos se abrió dos veces. Entraron dos personas y salió una. Quien quedó dentro fue arrojado a un pozo. Se llamaba Miguel Alarcos Mínguez, a la sazón de 72 años. Nueve garrotazos ensangrentaron su boina y pulverizaron su cabeza. Pero su bolsillo permaneció intacto: guardaba 1.300.000 pesetas sacadas el 27 de abril. Nadie sabe para qué las quería ese anciano con muletas y la cara amarga. Sus hijos le llamaban de usted y él apenas les sonreía.

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No hay más pistas que la sana con que lo mataron y el desprecio con que abandona ron el dinero. Un silencio rural sella las bocas. "Esperamos un hecho extraordinario. Quizá dentro de 20 años alguien de Ciempozuelos entre en un cuartel y confiese lo que le ahoga el pecho", afirma la Policía Judicial de la Guardia Civil. Es la España negra. Nada que ver con el cadáver en la cuneta.

Un cadáver en la cuneta.

Cuatro tiros metidos en un cuerpo de raza blanca, piel morena, pelo negro y bigote. La Guardia Civil descubrió el cadáver a las ocho de la mañana del 26 de junio en una cuneta, la de la carretera de Navalcarnero a Chinchón. Durante siete días, ni el juez ni los agentes supieron identificarle. Un jueves se filtró a la prensa su descripción. Al día siguiente, alguien llamó. Ese cuerpo de 85 kilos y 1,70 de altura respondía al nombre de Germán Rojas Contreras, colombiano de 28 años. La investigación se empantanó en el miedo a los pistoleros del narcotráfico. Rojas, sin profesión conocida, llevaba dos años derrochando dinero cada vez que, salía de su apartamento del barrio de Salamanca. Su mujer y sus hijos residen en Colombia.

Quizá, barruntan los agentes, la víspera del 26 de junio descendieron en el aeropuerto de Barajas dos hombres que, antes de volver a subir las escalerillas, acompañaron a Germán a la cuneta. Dos manos para dos tiros en el ojo, uno en la pierna izquierda y otro en la nuca. "Hay mafias colombianas dedicadas a matar por el mundo".

Apuñalado en la calle. 27 de septiembre. Syavash Saghafi, de 34 años, falleció de madrugada de una puñalada en el pecho. Poco más. Un viandante descubrió el cadáver y su charco. Los familiares guardaron silencio. La Embajada tampoco facilitó mayor información. Y Homicidios dice desde hace meses que la investigación está en 'fase avanzada". Pero la única certeza es que Syavash yace enterrado desde el 7 de octubre en el cementerio musulmán de Griñón.

El iraní que vendía coches. Farsaval Mohamadi, iraní de 33 años, vivía con su mujer en Villaviciosa de Odón. Regentaba un negocio de venta de coches. Una tarde de octubre, un vecino vio dos vehículos parados y tres borrosas figuras discutiendo al final de una avenida. Un coche se dio a la fuga. Farsaval, con dos tiros en el pecho, había caído abatido al pie de su Mercedes. Los meses han pasado y la Guardia Civil mantiene que se trata de un ajuste de cuentas por drogas. El negocio de coches, según los investigadores, era una tapadera. La familia lo niega. ¿Los culpables? El crimen muestra el troquel de las mafias. "Este tipo de asesinato, al igual que el de Germán Rojas, irá a más en el futuro", comenta la Guardia Civil.

Portezuela abajo. El amanecer del barrio de Usera recibió a José Gabriel Gallego Gutiérrez muerto. El colombiano, su pelo castaño y sus treinta y tantos años cayeron rodando de la portezuela de un fugaz vehículo. Eran las 6.30 en la calle de Mercedes Manjón. Los vecinos oyeron el portazo y una patrulla de la Policía Municipal se topó con el cuerpo tendido. Un remolino de puñaladas explicaba su inmovilidad. Aunque en principio se barajó la posibilidad un ajuste de cuentas por drogas, al cadáver pronto le pusieron el cartel de caso pendiente. Aún lo lleva colgando.

El porro inacabado. Madrugada del 21 de noviembre. Las banderas de una España oscura han abandonado la capital. Jesús Sánchez Rodríguez, de 27 años, descansa en un banco de la plaza de las Comendadoras. Sus brazos muestran su gusto por la heroína. No hace mucho frío. Ha encendido un porro que no acabará. Un contundente golpe por la espalda le aplasta el cráneo. Se arrastra. A las nueve de la mañana, un hermano suyo le encontrará tirado, muy cerca de su casa de la calle de San Bernardo. Antes de entrar en coma contará que le han agredido unos cabezas rapadas. Veintisiete horas después, Jesús moría bajo una ola de indignación contra las agresiones fascistas. Ahora, pocos se acuerdan de ese cadáver. La policía, otra vez, sospecha que fue un ajuste de cuentas por droga. Jesús sufría sida en fase terminal.

Niebla entre las parejas. Son las 11.30 del 10 de diciembre. La niebla inunda Madrid y los vecinos de la calle de San Cugat del Vallés (Fuencarral) llaman a la Policía Municipal: en un descampado al que por las noches acuden las parejas hay un Seat Ritmo gris matrícula M6002-13T. Pegado al volante descansa un hombre que "parece enfermo".

Los agentes despejarán las brumas y descubrirán que su mal se resume en tres tiros. A Humberto Gómez Ruiz, colombiano de unos 35 años, le mataron presumiblemente por el reparto del botín de un robo. Se llevó la peor parte. Homicidios sigue buscando a quien le dejó solo en un descampado para parejas.

Degollado en un Simca 1200. Tres puñaladas en el cuello y otra en el pecho. La sangre corrió en la tarde del 17 de diciembre y ensució la moqueta del Simca 1200 de Juan Pedro Hernández, de 25 años. El coche y sus cuatro ocupantes tapaban el portal del número 60 de la calle de Escalona (Aluche). Los vecinos les vieron. Discutían. Las puertas cerradas amortiguaban los gritos. Juan Pedro, empleado de Telefónica, vecino de Carabanchel y sin antecedentes, quedó tendido junto al volante. Tres hombres huyeron a pie. El primer móvil que la policía barajó fue una pelea por la compra de droga en alguno de los garitos de la zona. Allí sigue parado el móvil.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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