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La Sixtina se abre al público en todo su esplendor

El Papa inauguró la restauración de los frescos de la capilla, pintados por Miguel Ángel

La Capilla Sixtina está ya como la vieron los hombres del Renacimiento, a excepción hecha de los inevitables signos del tiempo y las sucesivas intervenciones que se han verificado en ella a lo largo de cuatro siglos y medio. Tras 13 años largos de restauración y 1.650 millones de pesetas de coste, financiados por la Nippon Television, el Papa la inauguró ayer con una misa solemne, en la que la calificó de "santuario de la teología del cuerpo humano" y recordó que fue en ella, hace casi 16 años, donde, "por espíritu de obediencia", dio el sí al pontificado. Los frescos pintados por Miguel Ángel han recobrado con la restauración todo el esplendor de su colorido y la vitalidad de las colosales figuras que pintó el maestro del Renacimiento.

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Una mirada lastrada por cuatro siglos

El término de la restauración de la Capilla, cuyos frescos fueron encargados por Julio II a Miguel Ángel -pintó los de la bóveda entre 1508 y 1512 y el Juicio Universal, a petición de Clemente VII sucedido pronto por Pablo III, entre 1536 y 1541- pone fin a innumerables polémicas, desatadas especialmente a fines de los años ochenta, entre quienes defendían con entusiasmo la restauración, que ha devuelto el Miguel Ángel de colores vivos y azules intensos, y los que pensaban que las paredes de la Sixtina no debían tocarse y pidieron la suspensión de los trabajos, a cuyo frente estuvo el profesor James Beck, de la Columbia University.La Capilla Sixtina -750 metros cuadrados de bóveda, más de 180 de Juicio Universal ofrece desde ayer los colores del auténtico Miguel Ángel Buonarroti, especialmente el intenso azul, el que más impresiona a los especialistas, y que el artista no usó sólo en el cielo, sino en ropajes y otros puntos del fresco.

El azul fue obtenido por Miguel Ángel mediante carísimos lapislázuli triturados, aunque no reducidos a polvo fino, sino a grano, para que no resultara demasiado claro. Este lapislázuli supuso, en el momento de pintar el Juicio, una auténtica innovación técnica, ya que casi 30 años antes, cuando hizo la bóveda de la Capilla, había usado esmalte de vidrio al cobalto.Kilos de humo

Con la restauración, a la bóveda de la Capilla y especialmente a los frescos del Juicio Universal, se les han caído kilos de humos de los velones de ceremonial, diversas capas de colas añadidas a través de sucesivos retoques y restauraciones y 17 de las 40 bragas o calzones con los que diligentes artistas posteriores -empezando por Daniele Da Volterra, conocido como Mastro Braghettone (Maestro Calzones) por su habilidad al respecto- y otros que de artistas no tenían tanto, taparon las vergüenzas de santos varios, con diversos grados de acierto, por decisión que el Concilio de Trento de 1564.

La caída o no de los pañolones o taparrabos desató, durante los trabajos de restauración, una auténtica polémica sobre las llamadas bragas de autor, puesto que los expertos decidieron quitar sólo las realizadas en edad tardía -principalmente en los siglos XVII y XVIII, algunas añadidas ante los sucesivos nervios papales cuando el fresco estaba ya sucio, con lo que era peor el remedio que la enfermedad, ya que, al aparecer con la limpieza los colores originales de la pintura, subrayaban, más que tapaban, las partes que pretendían ocultar, y dejar, por ejemplo, las de Volterra, el Braghettone, no sólo como documento histórico y por su calidad artística, sino porque usó el cincel con objeto de extender un nuevo revoque, lo que imposibilitaba la eliminación de la pintura. Se han caído, pues, en general, las conocidas como bragas sin firma, hechas por autores casi desconocidos y al temple, es decir, más fáciles de eliminar.

Ayer, Juan Pablo II, quien, por cierto, incienso la imagen del Redentor en el centro del Juicio, lo que pudo hacer sentir un escalofrío y murmurar un "¡ya empezamos!" a algún que otro restaurador, opinó, en la homilía de la misa, sobre los dos temas que han suscitado polémica a través de la historia: la restauración y los desnudos. Con su frase de "el esplendor del evento que cantamos se enriquece con la admirable sintonía de los colores reencontrados en este lugar", y el agradecimiento de la Santa Sede -aseguró- "por el espléndido resultado alcanzado", el Papa sancionó la labor, en los últimos 13 años, de decenas de personas, encabezadas por Fabrizio Mancinelli, director de los trabajos y del Departamento de Arte Medieval y Moderno de los museos vaticanos, y Gianluigi Colalucci, jefe de los restauradores.Desnudos

Con el calificativo dado a la Capilla Sixtina de "santuario de la teología del cuerpo humano" y su loa a la "belleza del cuerpo humano creado por Dios como hombre y mujer" Juan Pablo II abordó la cuestión de los desnudos, si bien puntualizó inmediatamente que sólo si no se le separa de su dimensión espiritual el cuerpo humano conserva su esplendor y dignidad. "Sólo ante los ojos de Dios puede quedar desnudo y descubierto el cuerpo humano", explicó el Papa.

Juan Pablo II, a quien le temblaba ostensiblemente el folio en algunos pasajes de la homilía y que ayer tenía problemas de garganta, que le llevaron en la solemnidad de la misa cantada, a dejar escapar varios gallos -él, que siempre ostenta una gran voz-, recordó también que fue en la Sixtina donde, el 16 de octubre de 1978, y "por espíritu de obediencia", dio su "disponibilidad a servir a la Iglesia".

La restauración de la Sixtina está documentada en más de 16.000 metros de película, equivalentes a 260 horas de filmación, y alrededor de 500 diapositivas, material producido por la Nippon Television, que obtuvo, a cambio de la financiación el derecho a comercializar tales filmaciones y fotografías durante los tres años posteriores a cada etapa de la restauración.

El director general de esta televisión privada japonesa, Yosoji Kobayashi, aseguró ayer que tal comercialización ha enjuagado en un escaso porcentaje los gastos de las obras. No obstante, Kobayashi añadió que su empresa ha empleado los 1.650 millones de pesetas encantada de la vida, por considerar que las obras de arte son patrimonio de toda la humanidad.

Entre los patrocinadores, a los que ayer dieron las gracias los responsables vaticanos, el barón Thyssen Bornemisza, que ha financiado el archivo computerizado de datos de la restauración.

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