El drama del adulterio
A través de la historia, la infidelidad matrimonial ha sido perseguida y castigada con rigor. A los adúlteros -sobre todo a las mujeres- se les aplicó penas y torturas siniestras, incluida la muerte. En nuestro tiempo, la actitud hacia los romances ilícios es más benévola, a pesar de que las costumbres y normas sociales, las instituciones religiosas, la familia y los amigos nos advierten que dediquemos oda nuestra pasión sexual exclusivamente a la esposa o al marido. Ello no obsta para que el agridulce drama romántico del adulterio esté omnipresente en nuestra cultura.La proporción de hombres y mujeres casados que comparten a hurtadillas su amor, su ilusión y su ardor sexual con un amante es bien alta. Las aventuras clandestinas ocurren incluso entre matrimonios que disfrutan de una relación feliz. En muchos casos son ciegos ante los riesgos que asumen para la pareja, para la estabilidad del hogar, el trabajo, los amigos, la salud, la reputación y para la tan deseada paz de espíritu.
En Estados Unidos, por ejemplo, donde el adulterio es socialmente muy rechazado y constituye motivo legal de divorcio, un informe reciente del Instituto Kinssy calcula que el 37% de los hombres y el 29% de mujeres lo han practicado en algún momento de su vida conyugal. Las aventuras amorosas extramaritales están en aumento en los países de Occidente, particularmente entre las mujeres, quienes cada día disfrutan de mayor autonomía socioeconómica y se han beneficiado también de los avances en el control de la fecundidad, liberándose en gran medida de la enorme responsabilidad de la procreación. De hecho, la probabilidad de que una joven esposa tenga hoy día un idilio en los primeros 12 años de su matrimonio es más alta que la de su marido, pero a partir de este momento son los hombres quienes con mayor frecuencia practican el adulterio. De todas maneras, estos datos son relativamente poco fiables porque la ley del silencio suele ocultar la verdadera realidad de estos amores prohibidos.
El adulterio es un ingrediente propio de las uniones permanentes de pareja y también es fruto de las contradicciones intrínsecas del amor. Seguidores de Charles Darwin opinan que as relaciones furtivas tienen propiedades genéticas y raíces evolutivas. La predisposición colectiva y milenaria a las escapadas románticas -alegan- se alimenta de las fuerzas biológicas responsables de la gran variedad de nuestra especie. Por otra parte, en el plano emocional, la intimidad y la constancia de la vida conyugal chocan con los misterios de la seducción en la pareja y doman el frenesí del romance original. Como decía Oscar Wilde reflexionando sobre este punto: "Hay dos grandes tragedias en la vida: la pérdida de la persona amada y la conquista de la persona amada".
Las explicaciones que los protagonistas dan de sus traiciones maritales son variopintas. El hombre suele poner mayor énfasis en la relación sexual, mientras que la mujer busca más el envolvimiento emocional. Hay cónyuges que en sus escapadas persiguen "un amor más intenso", ser más deseados, sentirse más atractivos, más masculinos o más femeninas.
Otros aspiran a mejorar su comunicación, la intimidad, la comprensión o la satisfacción sexual. Los que se sienten relegados a un segundo plano a causa de los hijos ambicionan volver a sentirse especiales para otra persona. Y muchos de los que fracasaron en sus matrimonios o están resentidos. con la pareja buscan la revancha o intentan forzar un replanteamiento de una situación conyugal insostenible.
Bastantes uniones se vuelven anémicas o vacías tarde o temprano. Para quienes son conscientes de la bancarrota emocional de su existencia, pero son incapaces de romper la pareja, el adulterio es el peaje ineludible que pagan por evitar una muerte afectiva prematura. Otros pocos, angustiados por su natural envejecimiento o por el miedo a la muerte, anhelan la energía renovadora del romance secreto. En el fondo, casi todos persiguen la pasión, la novedad y la cascada de emociones paroxísticas de euforia y embelesamiento que acompañan a este mítico tabú.
Desde la fábula de la diosa Afrodita, que engañaba a su esposo, Hefesto, con el dios Ares, ola leyenda de Tristán e Isolda, pasando por los amoríos de Madame Bovary y Ana Karenina, hasta las más recientes películas, como Atracción fatal o El piano, nos ayudan a vislumbrar, aunque sea metafóricamente, los múltiples conflictos, intrigas y misterios que impregnan la relación romántica entre el hombre y la mujer de nuestro tiempo.
El engaño conyugal es una odisea impulsada por el ansia de poseer lo inalcanzable, por el placer prohibido. La trama incluye encuentros y separaciones apasionantes, el miedo a ser descubiertos, el temor al castigo y la marginación, el sentimiento de culpa y el tormento de traicionar un ideal. Porque el adulterio no tiene una identidad propia, depende de la existencia de un contrato social, de un orden establecido que regula lo que se puede unir y lo que se debe mantener separado, e implica la transgresión de estas normas y fronteras.
Las escapadas adúlteras permiten experimentar un vivo mundo de sueños y fantasías. Los amantes escogen su papel en este drama y pueden ser todos esos personajes para los que su matrimonio no tiene sitio. La verdad o los defectos no necesitan ser revelados. El romance ilícito es un acto de imaginación exagerada, de idealización de la persona deseada, en el que los actores proyectan sus ilusiones de perfección el uno sobre el otro. Y mientras la aventura sea breve, esta entelequia perdura.
Cada historia de adulterio es diferente. El comienzo es único; el argumento, original, y el final, imprevisible. Los protagonistas comienzan sus escapadas pensando que pueden controlar el resultado, pero frecuentemente la experiencia puede más que ellos. El hombre, incluso siendo el más promiscuo de los sexos, suele ser más intolerante ante la infidelidad de la esposa. La mujer, quizá por su preferencia natural por la negociación o, en muchos casos, consciente de su falta de autonomía económica, está más capacitada para distinguir entre un desliz pasajero de su compañero y un involucramiento sentimental. Con todo, para el cónyuge burlado la infidelidad flagrante es siempre causa de confusión, de resentimiento, de humillación y desconsuelo, mientras que para el matrimonio es el elemento más, definitivo y frecuente de ruptura, como demostró recientemente la antropóloga Laura Betzig en un estudio de 160 sociedades.
El adulterio representa un drama clandestino y peligroso con reglas secretas propias. Durante siglos ha seducido a hombres y mujeres con la promesa de una pasión a la vez sublime y aterradora. Estamos ante un suceso conmovedor que trata del amor y de la traición del amor, ante una paradoja que, en el fondo, celebra lo que destruye. El análisis de sus causas y consecuencias y la aceptación de su ubicuidad en nuestra cultura nos ayudan a comprender mejor la complejidad del ser humano, la inevitabilidad del conflicto y las continuas contradicciones de la sociedad en la que vivimos.
es psiquiatra y comisario de los Servicios de Salud Mental de Nueva York.
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