Un alumno de la Politécnica reconstruye el planeador que voló en el siglo XVIII
Hace dos siglos, Diego Martín, un vecino del pueblo burgalés de Coruña del Conde, recorrió 375 metros en un planeador que había construido con ayuda del herrero. Martín era conocido en la localidad porque ya había perfeccionado los mecanismos de las aspas de los molinos. Ahora, un becario de la Escuela Superior de Ingenieros Aeronáuticos, Luis Santiago, de 24 años, está construyendo un planeador similar basándose en la descripción contenida en unas crónicas del siglo pasado. Mezcla materiales del siglo XVIII con la ciencia del XXI.
Las crónicas tienen mucho de literatura fantástica. Hablan de alas batientes como las de los pájaros. Y eso es imposible. "No hay ser humano capaz de mover unas alas en el aire", sentencia Luis Santiago, que, sin embargo, no oculta su admiración por Diego Marín: "A pesar de todo, él voló, gracias a una poderosa intuición y algo de suerte. Debió de construir algo parecido a un planeador y, según las crónicas, logró recorrer con él 450 varas castellanas, unos 375 metros". En enero del año pasado, el equipo del programa de televisión Al filo de lo imposible se dirigió a la Escuela Superior de Aeronáuticos para que les ayudaran a revivir la aventura de Marín. Ellos aportaban las crónicas, el dinero y el piloto. Luis Santiago fue elegido para entregar el ingenio con el que separar lo que eran a todas luces imaginaciones del cronista de lo que pudo pasar en realidad. También, las técnicas de cálculo modernas y necesarias para que el DM-2 (así se llama el planeador, en honor a Diego Marín) no se precipitara en picado.
Los materiales con los que ha sido construido el planeador (ocho metros de envergadura, 59 kilos de peso), que recibirá su bautismo de vuelo -de prueba- la próxima semana, son los que podría haber utilizado Marín: tela de algodón para la vela, madera para el armazón y clavos y tornillos para las junturas. "Y que no se crea nadie que es madera especial, pino de Oregón o cedro del Canadá. Es madera común y corriente", cuenta Santiago (que se niega a salir en la foto de este reportaje).
Águila ratonera
El diseño del ala está inspirado en el águila ratonera. "El DM-2 está construido con cálculos modernos, pero su concepción es muy intuitiva, con algo de primitivo", dice Santiago. Y si a Marín le ayudó un herrero, con Santiago colabora un carpintero. Es interesante la sorda lucha que mantienen los dos contra el peso. "Es un carpintero corriente, de los que arreglan muebles en cualquier casa. Siempre le digo que lo haga todo más fino, porque no podemos pasar de los 59 kilos. Yo peleando con el carpintero, sin poder pintar el planeador para que no pese más, y luego vienen los de Al filo de lo imposible y me ponen un piloto de ¡95 kilos! Pero no hay peligro: volará", dice convencido.
La historia de Marín acabó mal, según las crónicas. Los vecinos de Coruña del Conde le impidieron proseguir en sus estudios, y tildaron sus actividades científicas como cosas de brujería. Al poco tiempo, Marín murió "triste y melancólico de no haber podido seguir con sus sueños de pájaro".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.