La segunda marcha sobre Roma
La marcha sobre Roma de Silvio Berlusconi es más gloriosa que la del abuelo de su compañera de coalición, Sandra Mussolini, quien llegó a la capital italiana en tren en la mañana del 30 de octubre de 1922.Un 44% de votos en un sistema proporcional no es nada despreciable, aunque sea fruto del bombardeo televisivo de las cadenas de la Fininvest, mucho más impositivo para los ciudadanos que los millares de militantes uniformados que precedían a su duce y que el Ejército hubiera dispersado con toda facilidad si le hubieran dado la orden de hacerlo.
Sin embargo, no es un triunfo tan grande como dicen todos los medios de comunicación europeos. Después de todo, la unión de la Alianza Progresista y de los centristas del Partido Popular y de Mario Segni alcanza casi el cincuenta por ciento, lo que le habría asegurado una cómoda mayoría si la Democracia Cristiana hubiera sido fiel al ejemplo de Aldo Moro.
Y el Partido Democrático de la Izquierda de Achille Occhetto ha subido dos puntos con respecto a las legislativas de 1992, a pesar de la campaña de calumnias a que ha estado sometido. Para Silvio Berlusconi será más difícil conseguir y mantener una mayoría parlamentaria que lo que fue para sus predecesores Amato y Ciampi, si se tienen en cuenta las declaraciones del irascible líder de la Liga del Norte, Umberto Bossi.
Sin embargo, el nuevo hombre tiene las manos libres para elegir entre dos destinos dependiendo del modelo que prefiera: el de Benito Mussolini o el de Charles De Gaulle. Al sumar las televisiones públicas a las suyas, podrá tener sobre los italianos mucha más influencia que la que tendría un partido único. Encerraría a sus conciudadanos en un monolitismo mucho más sutil y vacío.
Basado en el culto a los logros económicos y a los éxitos deportivos, el ultraliberalismo destruiría un poco más la ya de por sí debilitada ética occidental, que en ningún caso podría ser sustituida por el culto al jefe providencial, aunque fuera acompañado del "Trabajo, Familia, Patria" del mariscal Pétain. La ausencia de ideología es peor que su exceso.
Pero no tenemos derecho a condenar al infierno al nuevo jefe antes de su debú, aunque él sí lo haya hecho con sus adversarios progresistas, dando muestras de un anticomunismo antediluviano en el más puro estilo fascista. Si lo quiere, Silvio Berlusconi puede jugar la carta gaullista dando prioridad a la reforma de las instituciones. Para establecer una ley electoral clara y honesta suprimiendo el 25% de sufragios proporcionales y sustituyéndolos por una segunda vuelta; para hacer un reparto equitativo de las televisiones y de otros medios de comunicación durante las elecciones, como hacen las otras democracias europeas; para estabilizar el poder gubernamental permitiendo que el pueblo elija al primer ministro al mismo tiempo que a los diputados; para todo este tipo de renovaciones, Berlusconi puede reunir una amplia mayoría nacional.
En cualquier caso, la peor de las soluciones sería privar a los electores de sus vistoria: un 44% de los electores italianos ha votado por Berlusconi y un 15% no se ha opuesto a él. A partir de ahora, Silvio Berlusconi deberá demostrar lo que es capaz de hacer. Sustituirle por Francesco Cossiga o por cualquier otro fantasma del viejo régimen sería una broma siniestra, mucho más cercana al teatro del absurdo de Eugène Ionesco que a la commedia dell'arte.
es profesor emérito de la Sorbona y diputado por Italia en el Parlamento Europeo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.