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Un etarra muere en Vitoria reventado por su bomba

Pedro Gorospe

Los 15 kilos de amosal y tuercas que el etarra José María Igerategi Guilisagasti, Igitu, cargaba en una mochila a la espalda en la madrugada de ayer le destrozaron por completo al estallar a las 5.20 en pleno centro de Vitoria. La bomba proyectó trozos del cuerpo en un radio de más de 50 metros, con tal violencia que sólo pudieron hallarse enteros una mano, la lengua y el pene. El terrorista, de 26 años, huido de su domicilio en 1991 tras la desarticulación del comando Donosti, paseaba en el momento de la explosión a unos 150 metros de los gobiernos civil y militar de Álava, posibles objetivos de la bomba que carga ba. Setenta viviendas, unos veinte locales comerciales y cerca de una treintena de coches resultaron seriamente dafiados.

Interior había alertado recientemente a las fuerzas de seguridad, sobre la posibilidad de que ETA lanzase una campaña de atentados en Semana Santa. Se basaba para ello en documentos incautados a la banda el pasado año y en recientes análisis de información.Dos vecinos a los que la onda expansiva sorprendió en sus viviendas resultaron heridos leves. A las 9.30 eran dados de alta, casi a la misma hora en que el forense tomaba las huellas del único resto que podía servir para una identificación: la mano. Fue encontrada a unos 30 metros del semáforo del cruce de las calles Paz y Postas, último lugar en el que el activista estuvo de pie. El joven posiblemente iba caminando cuando saltó por los aires.

La onda expansiva fue tan violenta que proyectó intimidad de pequeños trozos del cadáver, que se incrustaron, más allá de 50 metros, en escaparates, fachadas y viviendas de los alrededores. Policías y médicos resaltaron la potencia del impacto. Un amasijo de restos de una pierna fue hallado por especialistas de una empresa eléctrica en un registro subterráneo situado a varios metros del semáforo. Entre cristales, maniquíes y elementos de decoración de las tiendas cercanas esparcidos por el suelo, la policía halló un DNI falso a nombre de Javier S. P., de 27 años y natural de San Sebastián.

El gobernador civil de Álava, César Milano, confirmó una que el terrorista iba armado, ya que fueron encontrados restos de una pistola partida por varios sitios y de un cargador con balas del calibre 9 milímetros Parabellum.

En opinión de Milano, el etarra tenía previsto atentar contra miembros de las fuerzas de seguridad, posiblemente destinados en su departamento o en el Gobierno Militar, a tenor de la cantidad de explosivo que trasladaba y de la forma de montarlo con metralla. "No es normal tanta cantidad para atentar contra un banco, y, por tanto, se puede aventurar que iba a intentar atentar contra las personas", dijo.

El caso es que el activista caminaba por el centro de una línea recta en uno de cuyos extremos está el edificio que alberga al Gobierno Civil, la comisaría de policía y los juzgados, y en el otro, el Gobierno Militar. Entre los dos puntos la distancia es de unos 300 metros. Igitu podía haber llegado a cualquiera de ellos con su carga explosiva en poco más de dos minutos.

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Los radicales de KAS convocaron para las ocho de la tarde de ayer en el centro de la capital alavesa una manifestación de protesta. HB responsabilizó de la muerte de Igerategi a "quienes niegan a nuestro pueblo sus más elementales libertades y recurren a la represión". El fallecido, según HB, era "un conocido militante abertzale que se vio en su día obligado a huir de la represión", informa Aurora Intxausti.

Unos encapuchados incendiaron anoche en San Sebastián un autobús y apedrearon otro. El servicio de autobuses dejó de funcionar en Bilbao cuando comenzaron las manifestaciones, en el transcurso de las cuales se produjeron diversos incidentes.

Treinta miembros de la banda armada han fallecido mientras manipulaban sus propios explosivos. Siete activistas más de la organización Iraultza (Revolución) murieron en similares circunstancias.

Seis años sin víctimas mortales

Las acciones terroristas con víctimas mortales eran casi agua pasada en Vitoria. La desarticulación del comando Araba en septiembre de 1989 puso punto final a una larga lista de asesinatos de policías, guardias civiles y militares. Desde entonces, la colocación de pequeñas bombas en bancos y concesionarios de coches fue la tónica dominante, pero sin muertes.El último atentado mortal en la capital alavesa se produjo el 15 de abril de 1988, cuando dos policías fueron tiroteados al atender una llamada que avisaba de la presencia de drogadictos en una plaza pública. La lista de 39 asesinatos se rompió la noche del 16 de septiembre de 1989, cuando el localizado comando Araba intentaba pasar a Francia.

En Irún, murieron en tiroteo con la Guardia Civil Manuel Urionabarrenetxea Barrena, Manu, y Juan Oyarbide Aramburu, Txiribita, mientras que Juan Arruti Azpitarte, Paterra, era detenido. Poco después cayó la escasa infraestructura que quedaba en Vitoria.

Vitoria se había convertido en una ciudad complicada para mantener un comando oculto. Pequeña, y con un despliegue policial elevado, era casi una ratonera.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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