Golpe de mano veterinario
Terciados, anovillados e inválidos: así eran los toros de la corrida inaugural de la temporada, o al menos así salieron, según pudo comprobar, consternada, la afición. Y para aprobar eso, había dentro una multitud de 15 veterinarios. Cuanto más bulto, menos claridad. Quince veterinarios: como si en vez de reconocer el trapío de los toros se tratara de llevarlos a hombros. Un golpe de mano ha dado la clase veterinaria, sector colegiado de Madrid: de ocho veterinarios que ejercían su labor pericial, ha aumentado el equipo a 15, pero en el revoltijo de nombramientos dejó fuera tres de los más solventes y expertos; entre ellos, Manuel Sanz, que es una verdadera institución entre los especialistas en la materia y garantía para los aficionados de pro. O sea, la purga -que llaman-, con una de disimulo.Golpe de mano, cuyas motivaciones y propósitos se desconocen, aunque tienen los aficionados -y muchos veterinarios ajenos a la componenda- la impresión barruntativa de que aquellas podrían ocultar viejas rencillas, y estos, la obediencia bastarda a oscuros intereses. La fiesta atraviesa el peor momento de su historia. El toro ya no sale íntegro en casi ninguna plaza; y si quedaba la de Las Ventas como único exponente de autenticidad, se trataría de acabar definitivamente con esta excepción. La tora en todas partes, la corrupción sin fisuras.
Millares / Luguillano, Higares, Liria
Toros de Manuel Antonio Millares, terciados, varios sin trapío y anovillados, inválidos.David Luguillano: estocada perpendicular ladeada (silencio); pinchazo y estocada corta perpendicular (silencio). Oscar Higares: bajonazo descarado tirando la muleta (palmas y algunos pitos); tres pinchazos, rueda de peones, descabello -aviso- y descabello (silencio). Pepín Liria, que confirmó la alternativa: dos pinchazos -aviso- y estocada corta tendida (aplausos y saludos); estocada atravesada y descabello (vuelta por su cuenta protestada). Plaza de Las Ventas, 27 de marzo. Tres cuartos de entrada.
"La fiesta está a juego con el país", se oía decir por el tendido las raras veces que permaneció medio en silencio. Porque ver los toros, terciados, anovillados e inválidos, el público en general y la afición en particular se ponían levantiscos, anatematizaban el fraude, les decían cosas al presidente, a la empresa, a los veterinarios, al Ministerio del Interior, que debería salvaguardar con su acción la pureza del espectáculo y quien resulta salvaguardado -con su omisión- es el club de los corruptos.
Gran algarabía hubo toda la tarde, sólo contenida cuando el toricantano -Pepín Liria se llama- citaba cruzado al torejo de turno, aguantaba valentísimo sus parones, cargaba la suerte, ligaba los pases. Pepín Liria se llama, y es de Murcia, tierra que está alumbrando en los ultimos tiempos toreros de calidad. Valor unido a una correcta ejecución de las reglas del arte, lo cual quizá sea una matización redundante, pues las reglas del arte ejecutadas en pureza requieren valor a toda prueba.
La faena de la alternativa la inició Pepín Liria en el centro geométrico del redondel, cambiando el viaje del toro, que venía largo y crecido desde las tablas; al sexto lo recibió de rodillas con una larga y un farol. El torero murciano ciñó y ligó lances y pases cuanto le permitieron los toros; no mucho, en realidad, ya que tardeaban, o se quedaban en la suerte, u hocicaban derrengados.
La siesta del carnero
Los toros, todos los de la aciaga pericia veterinaria y presidencial, ora se caían, ora se quedaban dormidos. Este fue el caso de. los que correspondieron a Oscar Higares, sendas menudencias amodorradas, a las que debió sorprender la lidia en plena siesta del carnero. Óscar Higares pretendía torearlas por lo fino, mas era imposible pues las toras modorras deambulaban por lo espeso. A una de ellas la ensartó el espigado Higares un horripilante bajonazo, que envileció anteriores finuras. Otro diestro de finas intenciones resultó ser David Luguillano en su primer toro. Marchoso al citar, ponía distancia al embarcar, enviando la embestida lo más lejos posible de su aflamencada persona. Al segundo de su lote, de impresionante arboladura, áspero en el último tercio, lo castigó por bajo primero, lo macheteó a la defensiva después, y ahora lo cuenta el pinturero diestro; el cornalón toro, no.Y la fiesta sigue. Tal cual la han dejado de atrosa entre autoridades irresponsables, pícaros y golpistas, no se sabe por cuento tiempo. Pero ya lo dijo el poeta: mientras dura, vida y dulzura.
Babelia
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