Indignaciones
En EL PAÍS del 3 de marzo, en su sección dedicada a Madrid, leo, completamente anonadado, que a María del Carmen Jiménez, que defendió su vida primero, su integridad como persona después y, por último, su negocio (pese a quien pese, al parecer quieren que se pierda el concepto de negocio; si quiebra, una más para la estadística; total, qué más da), que se la ha condenado a seis meses y un día de prisión.Primero siento asco por apreciar -y ésta es una opinión personal- que ya ni puedo defender mi vida, pues, si me defiendo, malo, y si no me defiendo, me pueden matar. Sigue siendo una opinión personal (para evitar posibles demandas), que parece que ya la democracia está demasiado asentada, sobre todo para algunos que han engordado lo suyo a la sombra de la sopa boba, y que, señores, ya está bien; dejen de pasarse la pelota de la Comunidad de Madrid (o de cualquier otro sitio) al Ayuntamiento, y del Ayuntamiento al Gobierno de la nación. Hagan algo de una vez para que mi hijo o hija, cuando los tenga, puedan pasear tranquilos por cualquier zona de Madrid sin miedo a cabezas rapadas o gente sin trabajo (pero de la que no quiere trabajo), en el buen sentido de la palabra. Que mi hijo o hija puedan defenderse de las agresiones de los marginados sin miedo a ir a la cárcel. Que puedan ser unas personas tranquilas y sin miedo como yo lo he sido cuando podía andar tranquilamente por los pasillos del metro (sin hacer regates para evitar los escaparates subterráneos) o pasear por la Puerta del Sol. Creo que al escribir esto reflejo la opinión de muchos madrileños y espero que alguien se dé por enterado, aunque sé que, si ese alguien intenta hacer de verdad lo que siento (sentimos muchos), seguramente perderá votos en las próximas elecciones de algo. ¿Viva la felipecracia?-
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