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El Helmut Schmidt de Felipe González

Mil personas pendientes de dos. Un miembro de la dirección saliente resumía así, con gesto entre resignado e irritado, la situación que vivía ayer el congreso socialista a la espera de conocer la composición de la nueva Comisión Ejecutiva Federal. La imagen era sugerente, pero posiblemente falsa. Su futuro, el del miembro de la ejecutiva saliente, tal vez dependiera de las conversaciones entre Felipe González y Alfonso Guerra. El del PSOE, es seguro que no. El secretario general ha demostrado con sus dos intervenciones del viernes -su discurso sobre la gestión de la ejecutiva que se despide y sus respuestas a los delegados en el debate en pleno- que domina todos los resortes del partido. A partir de ahí, al guerrismo sólo le quedaba una bala. Y en caso de utilizarla -no queriendo formar parte de la nueva dirección- sería para suicidarse.La debilidad del llamado guerrismo no depende tanto del número de sus seguidores, que los tiene, y muchos, en las bases, como de la personalidad de los líderes políticos que se reconocen en esa denominación, que los hay con personalidad y talento, como Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Su escasa capacidad de maniobra responde a una gran corriente que circula subterráneamente por los pasillos del Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid: el 95% de los delegados no quiere divisiones, peleas ni broncas. La mayoría de los delegados socialistas quiere un partido unido, porque quieren seguir ganando elecciones y administrando poder. Y saben que el camino más corto hacia la derrota electoral es la división y el enfrentamiento.

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La paradoja del PSOE es que su fuerza y su debilidad se llaman Felipe González, un político al que le gusta invitar, periódicamente, a sus compañeros de partido a que le releven de las responsabilidades que está desempeñando desde hace 20 años. El gesto sería anecdótico si no fuera porque un partido con las responsabilidades del PSOE debe tener siempre preparada una alternativa al secretario general ante cualquier eventualidad. No un delfinato ni una sucesión pactada, sino un equipo político del que, presumiblemente, saldrá en su momento la persona llamada a reemplazarle.

Un hombre próximo al secretario general indicaba ayer que ese equipo, ese grupo de hombres y mujeres, va a salir de este congreso. Estará en la nueva ejecutiva federal que hoy será votada mayoritariamente por el congreso y cuya gestación ha sido tan delicada. Nadie quiere hablar de transición ni de sucesiones, pero todo el mundo sabe que el futuro hay que empezar a escribirlo con tiempo. Los hombres fuertes del partido, del Gobierno central y de los autonómicos, ayuntamientos y federaciones van a estar en la nueva ejecutiva.

De entre ellos saldrá, presumiblemente, quien esté llamado a ser el Helmut Schmidt de Willy Brandt. Y no se olviden de Carlos Solchaga, que, como presidente del Grupo Parlamentario Socialista, es miembro con voz, pero sin voto, de la ejecutiva federal.

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