Alfonso Guerra ya no marca la raya
La renovación del PSOE es posterior la lucha contra el poder del guerrismo
En el cenit de su poder, Alfonso Guerra comentó al presidente de la Junta de Andalucía, José Rodríguez de la Borbolla, que era él quien establecía la raya divisoria entre la actitud correcta y equivocada del partido. De la Borbolla le pidió que le explicara cuál era esa raya divisoria, y el vicesecretario general le contestó: "La raya se mueve". La historia de las familias del PSOE se ha revestido de controversias ideológicas, pero el principio fue la rebelión contra los métodos de dirección de Guerra. Hoy, el número dos del PSOE ya no puede decidir dónde pone la raya.
El desarrollo de la idea de renovación es posterior a la lucha entre renovadores y guerristas. Primero fue el descontento por unos métodos de dirección. Luego, la lucha por el poder. Después se fueron perfilando la teoría y las posiciones políticas * En el camino, las filas de los ahora ganadores, los renovadores, fueron ensanchándose, y las de los guerristas, estrechándose.
Las primeras escaramuzas contra el aparato, que controlaba Guerra, provienen de dos líderes territoriales: el presidente madrileño Joaquín Leguina y el andaluz José Rodríguez de la Borbolla. Leguina era de los pocos antiguerristas confesos e iba acompañado por José Acosta y Juan Barranco. Frente a ellos estaban los guerristas madrileños encabezados por Teófilo Serrano y Alejandro Cercas, entre otros. El baile empezó y Acosta y Barranco se fueron al otro lado, cruzándose con los dos que recorrían el camino inverso.
La primera movilización la provocó el intento de Guerra y sus hombres en la Federación Socialista Madrileña (FSM) de descabalgar a Leguina de la dirección madrileña, en septiembre de 1990. Sólo pocos meses antes, Guerra había conseguido desalojar como candidato de la presidencia de Andalucía a José Rodríguez de la Borbolla. Leguina logra lo que no consiguió Pepote: un movimiento de apoyo, de notables del PSOE en Madrid. Ministros como Javier Solana, Joaquín Almunia, Carlos Romero y los ex ministros José María Maravall y José Barrionuevo. El aparato bautizó aquel movimiento como clan de Chamartín y a partir de ahí comienza a hablarse de renovadores.
La salida del Gobierno de Alfonso Guerra, en enero de 1991, un año después del escándalo protagonizado por su hermano Juan, y cuatro meses después de la movida del clan de Chamartín, aceleró el proceso de adhesiones al movimiento renovador. La suma no paró de crecer ante la estupefacción de Guerra, que no daba crédito a algunos abandonos. Pesos pesados del partido como José Bono, presidente de Castilla-La Mancha, siguieron ese camino.
Escándalo Filesa
El nombramiento de Narcís Serra como vicepresidente del Gobierno, en marzo de 1991, es punto de referencia del incipiente movimiento renovador. El estallido del escándalo Filesa aísla aún más a la dirección del PSOE, agrupada en torno a Guerra. Se crean dos mundos: uno, con sede en Ferraz, donde manda Guerra; otro, en La Moncloa, donde figura Serra, con el respaldo de Felipe González, que quiere aparecer como árbitro y moderador.
El caso Filesa determinó a los renovadores a agruparse y empezar la labor de captación por las federaciones. La primera batalla de cierta importancia la ofrecen las federaciones catalana, madrileña y castellano -manchega, al promover una reunión de secretarlos regionales que Txiki Benegas consigue abortar.
En octubre de 1992, el vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra, lanza el primer ideario renovador. Denuncia la endogamia de la dirección del PSOE, critica la concepción patrimonial del partido y anima a denunciar la corrupción. Es la misma filosofía que un año después inspirará el programa de impulso democrático. La balanza comienza a inclinarse por los renovadores.
En las vísperas de la Semana Santa de 1993 González decide que su ejecutiva tiene que asumir la responsabilidad política del caso Filesa. Los renovadores señalan con el dedo al secretario de organización, Txiki Benegas, y tratan de poner a salvo a González. Los guerristas cotraatacan acusando a "los renovadores de la nada" de haber roto la tradición de solidaridad del PSOE.
Esa semana de pasión precipita los acontecimientos y lleva a González a convocar elecciones generales. Hay calma en el verano, y en septiembre se vuelve a la gresca. Los guerristas consideran una provocación que González proponga en la ejecutiva a Carlos Solchaga como presidente del nuevo Grupo Parlamentario Socialista. La rebelión de los guerristas de la ejecutiva al votar en contra de Solchaga distancia ya para siempre a González de ese sector. A partir de ahí la batalla se recrudece y se libra en toda España. Nítidamente sólo respaldan listas guerristas Extremadura, Cantabria y Galicia.
El enfrentamiento entre los dos sectores es una lucha por el poder. El guerrismo apunta a constituirse en vigilante de las esencias de izquierda, con el argumento de que las bases, el grueso del partido, proceden de los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Los renovadores tienen un discurso de apertura a la sociedad, de adaptación del PSOE a los nuevos tiempos y de crítica a la concepción de "patriotismo de partido". Pero la teorización es escasa y el resultado es que la mayoría de las federaciones se han visto obligadas a apostar por un bando.
Rurales, damascos y enanos
La complejidad del PSOE por su descentralización en territorios autónomos conduce a admitir que hablar sólo de guerristas y renovadores resulte sumamente incompleto.Quienes pugnan por las secretarías provinciales y regionales han pasado a ser "renovadores" para escándalo de los más asépticos al juzgar los historiales presididos por el lema "aparato es libertad". La toma de posición de Felipe González ha sido decisiva en este sentido.
Las denominaciones han proliferado en los últimos meses y a la de guerristas y renovadores le han salido algunos añadidos.
Turborrenovadores son aquéllos que se caracterizan por su virulencia en la lucha contra los guerristas, al grito de "que no quede niuno"; renoguerristas, son aquéllos que quieren salvarse de la quema al grito de que son más renovadores y modernos que nadie; renovadores de la renovación o renovadores por la base son aquéllos que ayudaron en la lucha contra el guerrismo y que han visto escasamente gratificado su esfuerzo, por lo que han decidido ir por libre.
La casuística regional da para muchos más. Entre los socialistas murcianos hay' guerristas, renovadores y enanos, representantes de las agrupaciones pequeñas; en Aragón hay rurales y damascos; en Canarias hay la división clásica y los jeronimistas, seguidores de Jerónimo Saavedra.
En todas las federaciones son conocidos los franceses, aquéllos que pasaron su adolescencia en el exilio francés.
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