Un novillero a la antigua
Un novillero a la antigua hubo en la primera corrida fallera: se llama Javier Rodríguez. Un novillero de aquellos que querían ser toreros y se les notaba. Ver un novillero de esos, la afición no necesitaba más para concederle un margen de confianza y colmarlo de parabienes. Lo primero que necesita un novillero es demostrar que quiere serlo, fajándose con el toro; si es bueno, para volcar con él todo su sentimiento artístico, y si es malo, para sacarle pases aunque sea atropellando la razón. Y así fue Javier Rodríguez -pequeñito, batallador y sudoroso- -ayer, en la primera corrida fallera.Las muchas desigualdades artísticas que se apreciaron en Javier Rodríguez constituían esos defectos que son consustanciales en los novilleros. Nadie nace sabiendo, ni entra primerizo en la tauromaquia convertido en el Cúchares. Los toreros, si quieren serlo, se hacen poco a poco; aprenden su oficio cada día, saboreando triunfos unas veces, a golpes otras, y cuando maduran ya están legitimados para alcanzar la categoría de figuras.
Marca / Perpiñán, Rodríguez Calvo
Novillos de José Luis Marca, discretos de presencia, muy cómodos de cabeza, encastados y nobles. Francisco Perpiñán: estocada corta tendida -aviso- y descabello (silencio); estocada baja (oreja). Javier Rodríguez: pinchazo hondo caído y descabello (petición y vuelta); tres pinchazos -aviso- y descabello (aplausos y salida a los medios). José Calvo: estocada atravesadísima que asoma casi entera, estocada trasera y rueda de peones (silencio); pinchazo perdiendo la muleta, estocada -aviso- y dobla el novillo (ovación). Plaza de Valencia, 11 de marzo. Primera corrida de Fallas. Media entrada.
A golpes otras... Eso es lo que no quieren de ninguna de las maneras los novilleros modernos. Los novilleros de la modernidad táurica -dos hubo en la primera corrida fallera- salen a la arena muy asentaditos y juiciosos con el propósito de interpretar un toreo pletórico de finuras, mas con una condición ineludible: que el toro no les pegue una voltereta, por nada del mundo.
Los novillos de José Luis Marca no querían pegar volteretas a nadie, desde luego, pero como sacaron casta, tampoco eran mucho de fiar. Con los toros encastados nunca se sabe. Y así ocurrió que el sexto, pese a sus muchas bondades, empitonó a José Calvo en cuanto el espigado novillero se descuadró al salir apurado de unos molinetes genuflexos. Verle el novillo el salvohonor, allí le apuntó y allí le metío, impúdico, el pitón.
No pasó nada, afortunadamente. Sólo pasó que José Calvo acababa de desbaratar con aquel conato de tremendismo tan mal resuelto una faena en la que cuajó pases de excelente factura. A su primer novillo también se los dio de este corte, como Francisco Perpiñán a los de su lote en el discurrir de larguísimos trasteos. Los toreros a la moderna usanza dan demasiados pases, esa es la verdad, se ponen pesadísimos y si hay en el palco un presidente con reloj -tal cual ayer en Valencia- acaban escuchando avisos.
Suelen pegar demasiados pases los toreros, generalmente derechazos, aunque esto último no sucedió en la primera corrida fallera. He aquí la gran novedad: los tres novilleros ensayaron también el toreo al natural, y no en una sola tanda, como de compromiso, sino con reiterada insistencia. Y, además, llegaban a interpretar con gusto esta suerte fundamental de la tauromaquia. José Calvo consiguió algunos naturales sueltos de exquisito trazo, principalmente en su segunda faena; Perpiñán abrochó el natural y el de pecho con maestría de muletero bueno y Javier Rodríguez sacó los suyos a fuerza de arrojo y tesón.
Buen síntoma es este de que los novilleros abran la feria fallera ofreciendo el toreo fundamental y uno de ellos anime todos los tercios con el arrojo propio de los novilleros chapados a la antigua.
Babelia
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