Madrid para principiantes
aeropuerto (de Barajas): lugar insuficiente y alargado situado en el borde mismo de Madrid, y al que se llega, desde el aire, y previa emocionante cola sobre el cielo, en avión y autobús; y desde tierra, preferiblemente en taxi, pues los aparcamientos suelen estar copados por los ejecutivos del Puente Aéreo. Si se llega desde el aire es recomendable llevar un lazo, para cazar un taxi en la aglomeración de llegada; en su defecto, un buen vocabulario para intimidar a los otros clientes.cielo: 1 / de Madrid al cielo... lema y optimista esperanza de la ciudad. Proviene de un tiempo remoto en que a los madrileños se les conocía por los lujos de que disfrutaban -según Unamuno, el tiempo para el aperitivo, la fiesta, la charla-, cuando la ciudad permanecía abierta toda la noche y el madrileño hacía gala de una sorna que le permitía sobrevivir con soltura a los pequeños vicios nacionales de la envidia, el minguneo y cierta miopía imperial. 2/ ... velázqueño: luz irrepetible que se dejaba caer del Guadarrama, sobrevolaba la ciudad y la penetraba para crear sombras zuloaguescas y dramáticas en sus callejones antes de la generalización del vicio automovilístico. No confundir con la luz amoral de julio, que los enterados temen. Para apreciarlo, visitar El Prado.
El Prado (museo del): milagro. Museo único en el mundo por su excelencia y armonía, único lugar de la ciudad depositario del pasado español en todos sus matices, único monumento que permite a la capital competir en el circuito de las peregrinaciones internacionales, y testimonio indiscutible de otros tiempos menos complacientes con la galería. Quizá sea eso lo que hace que lo visiten principalmente los turistas.
Madrid: capital administrativa del reino y sutil prueba lingüística para determinar orígenes y blasones, aunque esto último ya sólo en un par de clubes de golf. Los lugareños y asimilados la mentan con un esperanzado orgullo, residuo de un pasado de esplendor o juerga memorable, según, que algunos autores discuten. Obsérvese en cambio el sufrido acento de los visitantes de un solo día que tienen que obtener un papel burocrático o negociar un préstamo en la central de un banco y, sobre todo, el doloroso, victimista y hasta metafísico Madrid con que una apreciable parte de la población española se refiere a la raíz y circunstancia de sus males, incluidos los de su matrimonio o los provocados por las frecuentes sequías. Ese Madrid constituye en sí mismo un curso acelerado de historia imperial y, también, de Prejuiciología Española.
madrileño: raza casi extinta que se conserva en exclusiva en las calles más oscuras del Centro; un barrio poblado de espectros de antiguos caballeros agrecados y personajes galdósicos que sería recomendable visitar de no ser porque en los últimos tiempos se ha acumulado una cantidad de mugre que ha merecido un premio internacional. En el magma difuso que rodea el centro vivimos una apretada y ansiosa población de provincianos, indianos, o hijos de provincianos e indianos, intentando llegar a fin de mes.
tapas: invento de tiempos más alcohólicos y menos obsesionados por la productividad -la tapa es un truco para prolongar el jerez o el chato del aperitivo sin emborracharse todavía-, e interés primordial del visitante. Ya casi se sirven únicamente en las tabernas que rodean la Plaza Mayor. Sí no quiere parecer forastero, paleto, absténgase de señalar con el dedo y pida una de callos, tortilla de patatas, par de gabardinas o calamares a la romana, esto último sólo en el caso de ser inmune al aceite refrito una docena de veces. Y, sobre todo, no se asuste cuando el camarero grite: no es a usted, es a la cocina. Si quiere que le oigan sus acompañantes, grite también: si no lo hace será sospechoso. Tampoco deje los huesos de aceitunas en el plato. Arrójelos.
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