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Lisboa no duerme en la apertura de su año europeo

La ciudad portuguesa inaugura su programa de actividades como capital cultural

Lisboa tomó ayer el relevo de Amberes como capital cultural europea. Un acto oficial en el Centro Cultural de Belem, aderezado con los habituales discursos; un concierto de la Sinfónica de Londres dirigida por Georg Solti, y la inusitada iniciativa de proponer una noche en blanco dejando abiertos hasta el amanecer todos los bares de la avenida 24 de Junio, frente al Tajo, centro de la actual movida lisboeta y en marcha los viejos tranvías que suben y bajan algunas de las siete colinas, sirvieron para dar la salida a un proyecto que apunta a 1998, cuando Lisboa acogerá la Exposición Universal.

El acto oficial transcurrió entre la prevista cantinela europeísta, con constantes referencias a una supuesta vuelta a Europa, como si la vieja Lusitania se hubiera, alguna vez, desgajado del continente y flotado a la deriva en el Atlántico. Tuvo que ser el alcalde de Amberes, que había recibido el testigo del de Madrid, José María Álvarez del Manzano, y se lo entregó al lisboeta Jorge Sampaio quien recordara que ambas ciudades ya mantenían una estrechísima relación hace más de cuatro siglos.Dos referencias obligadas: la primera para Melina Mercuri, la ministra de Cultura griega, ingresada en estos momentos en una clínica en Estados Unidos, y que fue quien puso sobre la mesa la propuesta de Lisboa para la capitalidad cultural europea. La otra también obligada para el drama de Sarajevo.

Interesante oferta musical

El extenso programa de actividades a lo largo de todo el año es sugerente y panorámico. Especialmente interesante es la oferta musical. Desde la Filarmónica de Londres, el Concertgebow de Amsterdam, la NHK de Japón, entre más de una decena de las grandes orquestas mundiales, pasando por una cuidada selección operística que incluye los libretos más populares como Carmen o La Traviata y también apuestas arriesgadas como Medea o El caso Makaropoulos, sin olvidar la música de cámara, los conciertos solistas o la gran oferta de música popular y contemporánea.

Pero al margen de los actos culturales, Lisboa ha aprovechado esta ocasión para lavarse la cara y recuperar el lustre que una cierta dejadez había escondido entre sus desconchadas fachadas. De entre las intervenciones que ya pueden empezar a vislumbrarse destaca el proyecto de la llamada Séptima Colina -aunque la mayoría de los lisboetas reconoce que podría tener otra numeración-, el eje romántico de Lisboa. Se trata del recorrido entre el Largo do Rato y El Cais do Sodré, un conjunto urbano de extraordinario valor artístico y patrimonial cuyas fachadas están siendo recuperadas y que, por lo que ya puede empezar a verse, desbordará de colorido cuando en verano, si todo va como está previsto, se haya llevado a cabo.

La presencia española entre las actividades es importante pero tal vez poco numerosa. La más destacada y quizá uno de los acontecimientos de mayor calibre de toda la oferta, es el estreno mundial, dentro de una semana, de la úItima producción de la Fura dels Baus, convertidos en atracción internacional tras su espectacular montaje de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona. El grupo teatral catalán que incorpora por primera vez texto a su hacer escénico, actuará durante 10 días en un enorme almacén situado entre los silos y diques del puerto lisboeta. Actuará también el Ballet Nacional de España y el montaje de la ópera Carmen estará a cargo de Adolfo Marsillach y Carlos Citrinovsky.

Las exposiciones son también notables y destaca entre ellas Lisboa subterránea, inaugurada ayer, y que recoge la historia de la ciudad desde el Paleolítico hasta nuestros días. Destacan también las que muestran el gran mundo descubierto por los navegantes portugueses, África, Asia, América; una visión del gran imperio atlántico y del cosmopolitismo que caracteriza a esta ciudad.

Emblema con andamios

La Torre de Belem y uno de los portales del Monasterio de los Jerónimos, las dos joyas de estilo manuelino testigos de la esplendorosa Lisboa que destruyó el terrible seísmo de 1755, seguían ayer rodeadas por andamios. La torre, el emblema de la ciudad, que aunque ahora se alce en la orilla del Tajo fue construida en el centro del gran río para impedir la entrada de los piratas, el viernes estaba aún cubierta por grandes lonas. Sólo la indignación del presidente de la República, Mario Soares, consiguió que quienes asistían a la inauguración pudieran contemplarla.Y es que los políticos portugueses tampoco son ajenos a la tentación de utilizar este tipo de acontecimientos en su provecho, al igual que sucediera en España durante los fastos de 1992. Lisboa tiene un Ayuntamiento socialista, el Gobierno central es socialdemócrata, el presidente de la República también es socialista. La capitalidad cultural la financia, más o menos al 50% el Ministerio de Cultura y el Ayuntamiento lisboeta, de ahí que no hayan faltado los roces y los malentendidos.

En un intento de hermanarse con estos vecinos a quienes siempre se les ha dado la espalda, un buen número de políticos españoles se dejaron caer ayer por Lisboa. La ministra de Cultura, Carmen Alborch; el de Obras Públicas y Transportes, José Borrell; el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, y el de Barcelona, Pasqual Maragall, entre otros, asistieron a la presentación oficial. Este último no pudo venir con la candidatura de su ciudad para ostentar la capitalidad europea del año 2000; el pleno del Ayuntamiento que debía decidirlo fue postergado.

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