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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Asesinar la paz

¿ES POSIBLE cometer matanza mayor, crimen más canalla, atentado de más graves consecuencias que el perpetrado por un colono judío en una mezquita de Hebrón, CisJordania ocupada, donde pueden haber muerto más de 50 personas? La respuesta sería sin duda negativa si el asesino que regó de balas el interior del templo contra los fieles palestinos que oraban trataba, además, de asesinar la paz.Este terrible suceso pone de relieve, con todo el horror que por sí solo comporta, cómo los enemigos de la paz en Israel son numerosos, despiadados, incontrolables, decididos a todo para impedir que los acuerdos firmados el 13 de septiembre en Washington entre Isaac Rabin y Yasir Arafat pasen de proyecto a realidad. Aquella paz sólo se firmó, y el gran problema del momento es hoy cómo hacerla.

. Una gran parte de responsabilidad de lo que ocurrió ayer en la Tumba de los Patriarcas, lugar de culto tanto para judíos como para musulmanes, es directamente política y recae sobre los negociadores de la paz, sobre la parte israelí y la palestina, que han dejado que se incumplieran los plazos previstos para la instalación de una policía árabe en Gaza y Jericó, donde algún día, que hoy se ve inevitablemente comprometido, habría de reinar una plena autonomía política.

. Durante semanas, más allá de las fechas concertadas, Israel y la OLP han peleado por el número de fuerzas de cada parte y por sus respectivas responsabilidades en los puntos de control que conectan los dos territorios citados con el mundo exterior; Israel no ha querido ceder en su última responsabilidad controladora, haciendo parecer la presencia palestina en esos puntos una mera decoración para la galería, y, al mismo tiempo, no ha dejado de transmitir a su opinión pública lo relevante de las concesiones que estaba haciendo, por más que el avance de las negociaciones fuera tan tortuoso como desesperante.

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Ese retraso era un vacío, una oportunidad de oro para esos extremistas, sean de Hamás o el espontáneo criminal del caso, al parecer perteneciente al grupo racista que toma el nombre del rabino Meir Kahane. Cada vacilación, cada paso en falso, cada torpeza en el progreso hacia la paz, era la confesión de una impotencia, de una falta de generosidad -siempre más notable en quien ha de ceder lo más tangible, el territorio-, de una falta de visión política, en definitiva.

Era sabido que por los intersticios de la negociación pugnarían por colarse los odios acumulados en décadas, que cualquier retraso equivaldría a debilitar el propio proceso de paz. Y en esta ocasión, la falta de previsión israelí, la insuficiencia de los medios destinados a impedir que una barbaridad de estas proporciones se cometiera, han permitido que todo el mundo árabe se alce hoy, desde el Magreb atlántico al Machrek medio-oriental, en un solo clamor: ¡qué estafa, la paz!

Precisamente por todo ello, aquellos que tienen la más alta responsabilidad de la negociación, el primer ministro Rabin, el presidente Arafat, y también el gran arquitecto de las conversaciones, el ministro de Exteriores israelí, Peres, han de poner ahora toda la carne en el asador para demostrar no ya que no van a permitir que descarrile el proceso de paz, sino que éste avanza.

Cabrá argumentar que el asesino estaba loco, que era un marginal, que no es posible blindar la seguridad de los territorios ocupados. Pero sería ingenuo también suponer que el vandálico colono es un elemento aislado, que no hay una opinión que, si bien no respalda necesariamente monstruosidades como la ocurrida, tampoco va a desesperarse por el plausible efecto político de la misma: hacer aún más dificiles o imposibles las negociaciones.

Sabíamos que la paz no iba a ser fácil, no ignorábamos que el derramamiento de sangre no iba a desaparecer como por arte de magia por una firma más o menos. Pero al grito de guerra de los que hoy se sien ten traicionados en el mundo árabe-palestino, los dirigentes, sobre todo de Israel, tienen que demostrar, hoy antes que mañana, que la paz no ha dejado de ser posible.

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