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Confiemos en el Espíritu Santo

Las relaciones entre la Iglesia y el Estado nunca han sido fáciles. En todo el continente europeo, la afirmación del Estado-constitucional tuvo que hacerse venciendo la resistencia de la Iglesia, remisa a abandonar su influencia en los asuntos de este mundo. A trancas y barrancas, la afirmación del Estado laico, no confesional, se acabó imponiendo en algunos países en el siglo XIX y en otros ya avanzado el siglo XX.Pero, en general, tras la 11 Guerra Mundial y antes del acceso al papado de Juan Pablo II parecía que se había encontrado un punto de equilibrio en esta contienda secular, que permitía una convivencia razonable entre la Iglesia de Roma y los diversos Estados europeos. En los últimos decenios no se habían presentado problemas que llamaran la atención de la opinión pública.

Es claro que con Juan Pablo II las cosas han cambiado y que para la Iglesia dirigida por él el equilibrio de estas últimas décadas resulta inaceptable.

Es comprensible que un Papa polaco tenga una idea singular de cuáles deben ser las relaciones entre la Iglesia y el Estado. La experiencia de la Iglesia católica en Polonia es única. No sólo en los últimos decenios, sino a lo largo de siglos ha sido el factor esencial en-la formación de la identidad nacional y por tanto un elemento clave para un país emparedado entre dos vecinos mucho más fuertes, como Alemania y Rusia.

No es de extrañar, y menos tras la experiencia comunista del último medio siglo con su deselance final, que el Papa polaco se haya crecido y considere que hay que pasar a la ofensiva, no sólo en Polonia y el Este europeo, sino también en Occidente, y que considere, en consecuencia, que ha llegado el momento de revisar la actitud de la Iglesia respecto del "laicismo occidental".

Los españoles fuimos los pioneros en esta preocupación papal. En septiembre de 199 1, ya nos alertó sobre la errónea comprensión de los derechos humanos", que se estaba imponiendo en el país y que hacía que nos deslizáramos por una pendiente moralmente inaceptable. Después le ha tocado el turno a Italia con la insólita carta papal de hace dos meses recomendando a los católicos una determinada opción política. Y ahora le ha llegado la vez al Parlamento Europeo por su posición respecto de los homosexuales.'

Obviamente, la Iglesia es muy libre de tomar el camino que estime oportuno, pero creo que no está de más recordar cuál ha sido la historia en este terreno y compararla con la situación actual. No creo que nadie que no sea polaco pueda considerar que cualquier tiempo pasado ha sido mejor. Justamente por eso, leyendo ayer las palabras del Papa, me acordé de un chiste que me contaron en una reciente visita a Roma y según el cual, estando Juan Pablo II rezando a solas en San Pedro se le apareció el Espíritu Santo y le indicó que estaba dispuesto a responder a las tres preguntas que el Santo Padre deseara formularle.

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El Papa aprovechó la ocasión para interrogar al Espíritu Santo sobre los tres problemas que más le obsesionan, discurriendo. el diálogo así: %Permitirá la Iglesia alguna vez que los curas se casen?". "No, mientras tú vivas". %Permitirá la Iglesia alguna vez que la mujer sea ordenada sacerdote?". "No, mientras tú vivas". %Tendrá la Iglesia alguna vez otro Papa polaco?". "No, mientras yo viva".

Por una vez y sin que sirva de precedente, confiemos en el Espíritu Santo.

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