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Irse de la lengua

"El castellano es la lengua oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla". Artículo 3 de la Constitución. La letra de este artículo es puramente insólita. Que alguien tenga el deber de conocer una lengua supone una aportación fenomenal al derecho recreativo. Y que ese deber se refleje en un texto fundamental es tan ocioso como establecer una obligación parecida en el plano fisiológico: "Todo español tiene la obligación de respirar e incluso tiene la obligación de alimentarse", podría especificar el punto 2 del artículo 3. Tan. insólito es ese redactado que entre todas las constituciones, y según mis noticias, sólo la de algún país asiático recoge algo vagamente parecido.Ahora el presidente del Tribunal Constitucional ha declarado que ningún ciudadano catalán tiene el derecho de desconocer la lengua catalana. Aplicando una hermenéutica elemental, supongo que de sus palabras se deduce que todo catalán tiene el deber de conocer esa lengua. Con lo cual volvemos a la estricta lógica constitucionalista. Una lógica a la cual el Estatuto se adhiere cuando habla de llegar a una igualdadplena de deberes y derechos entre castellano y catalán. (Aviso, al margen, para navegantes: quienes defiendan que la lengua es un derecho del territorio deben extender también ese derecho al territorio catalán). De modo' que ambas coerciones legales hay que asumirlas indistintamente. Otra cosa es que la coerción sólo refleje, en el fondo, un estado de debilidad de la lengua o del pensamiento de los legisladores respecto a la lengua. Con señalar que una lengua es oficial en un territorio basta y sobra, y cualquier añadido a esa sustancialidad sólo hace rebajar, paradójicamente ' su potencia. Las lenguas legitiman su práctica en la necesidad y no en el deber. Por eso una lengua -el castellano, el catalán y lo que hablen en Malaisiaes un mercado.

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