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Entrevista:

"El gran formato es venenoso"

El pintor madrileño, de 56 años, hace repaso de los últimos 30 años de su obra en la exposición Eduardo Arroyo. Tamaño natural (1963-1993), que hoy se abre al público en la sala BBK del Museo de Bellas Artes de Bilbao. La muestra incluye obras de gran formato sobre la crítica del poder, el exilio, los boxeadores y la estética del toreo.

El formato de grandes dimensiones ha servido de hilo conductor para reunir las 32 obras que conforman la exposición Eduardo Arroyo. Tamaño natural (1963-1993). A los 56 años, Eduardo Arroyo vuelve a ver las obras que a lo largo de 30 años reflejaron sus obsesiones y recuerda el vértigo que produce el lienzo gigante en blanco. "Se puede descubrir una batalla de artillería pesada en cada cuadro", dice el pintor. "El gran formato es venenoso, hay que luchar con él incluso físicamente". La exposición incluye las obras dedicadas a la crítica del poder, al exilio, a los boxeadores y a la estética del toreo. "Es un reencuentro auténtico, que provoca una autocrítica muy fuerte y una memoria de la vida", añade.Pregunta. ¿Qué impresión le provoca enfrentarse a 30 años de trabajo reunidos en una exposición?

Respuesta. Soy enemigo de las retrospectivas, p9r lo que tienen de funerario. Esta es especial, está basada en la idea del tamaño natural, de los cuadros muy grandes. Este condicionamiento es un límite que da la posibilidad de ver el combate que he mantenido con los cuadros de grueso calibre. Es la exposición más importante de las que he hecho en España en los últimos 10 años; a través de ella se puede descubrir una batalla de artillería pesada en cada cuadro. Es un vía crucis a través de tu propia vida, que hace recordar cuándo, cómo y por qué fueron hechos estos cuadros.

P. Usted ha pintado frecuentemente series que finalizan con una obra de gran formato. ¿Es la culminación de un proceso de creación?

R. Cuando yo era joven, los pintores realizaban obras de cierta consistencia, que debían competir con otros y eran, por tanto, de gran formato. Estoy educado en esa cultura de los salones. Por otra parte, las series no son sistemáticas, muchas de estas obras son singulares, algunas de encargo. Mis obras al óleo casi siempre son grandes; el pequeño se me escapa de las manos si no responde a una idea previa, adecuada a esta medida. El cuadro grande me exalta, me preocupa. Es una aventura, hay que luchar con él incluso físicamente.

P. ¿Cómo se plantea la relación con la escala de obras de este formato?

R. Es como en los cuadros de historia, que han desaparecido. El tamaño ideal es el natural, aunque al final todo se desborda y las figuras escapan de los cuadros. Me interesa este sentido desmesurado de las obras, que antes se utilizaba más frecuentemente.

P. Entonces, ¿qué objetivo tiene seguir empleando este tamaño en las obras?

R. El gran formato es venenoso. La gente dice: usted no hace más que cuadros muy grandes, que limitan el acceso a ellos. Otros dicen que son obras sólo para museos, porque los coleccionistas no los pueden tener en sus casas. Es siempre muy ambiguo, pero lo importante es la confrontación con una tela blanca de dos metros por tres metros. Ya se anuncia una cosa peligrosa y difícil.

P. Aun seleccionando las obras con un criterio tan restrictivo, aparecen en la exposición algunos retratos. ¿Qué explica esta recurrencia constante al rostro humano?

R. Estoy obsesionado. Juego constantemente con los parecidos, divagando con las formas y las proporciones del rostro. La cabeza es apasionante; el rostro es lo que más me emociona, más que un paisaje y, por supuesto, más que un objeto.

P. Su pintura ha sido calificada de difícil. Está cargada de claves a interpretar por el público.

R. Una primera época mía es calificada, con cierta ligereza, de pintura política. Se trata del tiempo en que estaba más lejos de España. Son cuadros más explícitos, más directos, con temas muy candentes. Quizá los deseos de comunicación eran muy fuertes y la lectura de los cuadros es más clara. Después hay un periodo más melancólico, que corresponde con la vuelta al país. En estos últimos tiempos le pido a la pintura que me permita restituirme las horas que, he dado a la agitación y a la política. Y ahora, aunque no estoy desinteresado con lo que ocurre a mi alrededor, es cierto que las últimas obras son más intimistas. Es una época más ambigua, de más dificil lectura, que contiene el deseo de hacer jugar al espectador, que vague y deambule por el cuadro, que interprete, con menos deseos de una comunicación inmediata.

P. ¿Se ha desvinculado de la política?

R. No; hay una mirada más serena. Me considero un europeo que vive una situación democrática, con imperfecciones, pero normalizada. Yo sigo muy cercano a lo que ocurre en el mundo. Los periódicos son una fuente de contacto con lo cotidiano. Estoy empezando a pintar de nuevo cuadros más críticos, más pesimistas, más cercanos a este fin de siglo.

P. ¿Tan negro ve el panorama?

R. Se guerrea mucho en todos los sitios. Me preocupa mucho el sida, la desaparición de personas que he estimado mucho. Pensaba en un fin de siglo más placentero, pero se avecinan tiempos muy duros.

P. ¿Cuándo podremos ver en España sus escenografias? ,

R. No lo sé. El mundo de la ópera y el teatro está muy complicado en España. Me encantaría hacer una ópera, incluso una zarzuela.

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