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Tribuna
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El brazo

Franco contó con el brazo incorrupto de Santa Teresa y llegó a sentir mono por la santa mojama. Así como Felipe González trató de desfranquizar el Azor por el procedimiento de subirse a él y se armó la que se armó, hemos de reconocer que no se consideró heredero del brazo incorrupto de la Santa, pero al parecer toda vocación de jefatura necesita algún brazo sobrenatural. Recuerdo que cuando lo del GAL se convirtió en escándalo democrático público, González recurrió a una parábola y se describió como un hombre al que le han maniatado, le dan porrazos y reclama que le dejen un brazo suelto... El brazo de Amedo, por ejemplo. Y al cabo de unos cuantos años, el brazo de Amedo puede convertirse en el brazo incorrupto de nuestra precozmente cansada democracia. De momento, ese brazo sólo podrá transmitir magnetismo durante el día, porque de noche se irá a la cárcel, pero es evidente que el mono de dependencia provocará que el brazo quede en libertad de día y de noche. El en otros tiempos supermán de la judicatura, Baltasar Garzón, ya ha dicho que sobre esta sesgada muestra de generosidad con el terrorismo de Estado piensa lo mismo que pensaba cuando no era político. También los jueces democráticos son partidarios de no reconsagrar los brazos incorruptos por más posmodernos que sean. Pero la suerte está echada y hay que aplaudir la generosidad con que el poder premia a unos funcionarios condenados por no hacer nada de lo que les atribuye la condena y a su vez la generosidad EL PAÍS con que esos funcionarios piden disculpas por no haber hecho nada de lo que les atribuye la condena, porque de otra manera no puede interpretarse la declaración de Amedo a Luis del Olmo en demanda de disculpas por lo que nunca hizo. Me reconozco incapaz para lo sobrenatural. Y es que me falta Fe.

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