"Si nos atacan entraremos en Sarajevo"
Los combatientes serbios dicen que no temen a los aviones de la OTAN y quieren un muro como el de Berlín
ENVIADA ESPECIALLa gente corre al atravesar la calle, aunque no hay disparos. Letreros con el aviso "cuidado, francotirador" y paredes apresuradamente construidas para proteger a los transeúntes recuerdan el peligro de caminar por Grbavica, barrio urbano de Sarajevo, controlado por los serbios. Los niños juegan con la nieve, aprovechando el espléndido sol invernal. Las mujeres se juntan frente a los edificios agujereados para calentarse al sol: en las casas no hay calefacción ni agua. Sólo el estrechísimo río Miljacka separa Grbavica de otros barrios de Sarajevo, De un lado, los rascacielos controlados por los serbios; de otro, los rascacielos en manos del Ejército bosnio. La Fuerza de Protección de las Naciones Unidas (Unprofor) ha desplegado ya sus efectivos interponiéndose entre las partes beligerantes sobre el puente Fraternidad y Unidad.
Zelo mira todos los días las ventanas del piso donde nació, al otro lado del río. Ahí quedaron sus padres y un hermano. Lleva dos años sin verlos. "Entraremos en Sarajero sólo por la vía militar", afirma este joven. Ante esa afirmación, la propuesta del dirigente serbio bosnio Radovan Karadzic de abrir algunos puntos de tránsito para la población civil entre los dos lados de Sarajevo es irreal. "Ahí sólo iría con las armas", precisa Zelo.
Zelo y sus amigos ni siquiera piensan en el peligro del eventual bombardeo de los aviones de la OTAN. "Si nos atacan, nosotros entraremos en Sarajevo". Su amigo, Ratko, arquitecto antes de la guerra, no piensa que un día volverá a su antigua casa en Sarajevo. "Nunca más viviré con los musulmanes. Si Berlín pudo ser dividida en dos, por qué no Sarajevo. Para nosotros, esta situación, aparentemente anormal, se ha vuelto normal". Ratko no ha cambiado sus planes dominicales por las amenazas de la Alianza Atlántica. "Creo que ellos tienen más miedo que nosotros. No están acostumbrados a la verdadera guerra. Nosotros sí. Da lo mismo quién nos bombardee".
En el improvisado club militar, donde Neda, de 16 años, prepara el café en el sótano de un rascacielos semidestruido, los soldados sonríen a: la pregunta: "¿Tienen miedo al bombardeo?" como si la guerra fuera una forma de vida normal.
Tras dos años de guerra, la vida en Grbavica se ha ajustado a las circunstancias. Unas 10.000 personas recorren el barrio por los sótanos de los edificios para protegerse de los francotiradores. Hasta los pisos en la primera línea del frente pegados al río Miljacka están habitados: en un piso viven las familias con los niños y en el piso de al lado está un bunker con el francotirador.
Dejan, de 19 años, mantiene guardia en un bunker ubicado en la primera planta del rascacielos. A través de la aspillera enseña los bunkers del ejército enemigo, ubicados también en los rascacielos, al otro lado del río, a unos 200 metros de distancia. "Esta noche prepararé un cordero para celebrar el vencimiento del ultimátum", dice Dejan como si s tratase de una fiesta.
Impresiona la calma y el desafío fatalista de los combatiente serbios. "Que bombardeen d una vez, así acabaremos con la incertidumbre", manifesta Mirko, policía militar, destinado a controlar los vehículos que entran a Grbavica. "Mi vida no vale nada. Han matado a todos mis amigos". Mirko tiene tan sólo 25 años.
Mientras tanto, las tropas de Unprofor aprovecharon el día soleado y las carreteras más transitables para intensificar el traslado de sus unidades. Las condiciones meteorológicas han representado un obstáculo enorme tanto para la retirada de la artillería serbia como para el movimiento de los vehículos de Unprofor. De Pale a Trebevic, montañas que dominan Sarajevo en las que los cascos azules deben desplegar sus unidades, hay tan sólo un sendero empinado. Los paisajes campestres con pinos cubiertos de nieve serían idílicos si no fuera por la guerra; pero esta nieve pintoresca dificulta el paso de los vehículos.
Sin embargo, la mañana previa al ultimátum amaneció soleada: la nieve empezó a derretirse. Enormes convoyes de Uriprofon subían y bajaban, a paso de tortuga, ante las miradas de los soldados serbios.
Cedo Krstic, comandante en posición serbia en Plato, en la ladera de la montaña Trebevic, puso a asar un buey para celebrar la victoria serbia sobre la OTAN. "Invito a los soldados de Unprofor a los periodistas a pasar la noche con nosotros". La radio local en Pale emitía ayer un programa especial titulado Esperando eso y preparaba un picnic periodístico nocturno en Trebevic, desafiando al destino y al mundo.
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