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La película catalana 'Els de davant' cierra satisfactoriamente la participación española

El francés Jacques Rivette presentó una 'Juana de Arco' de casi seis horas

Els de davant, película catalana dirigida por Jesús Garay, cerró la participación delcine español en la sección oficial competitiva de esta edición de la Berlinale. Y la cerró sin pena ni gloria, en medio de un indiferente silencio. Con anterioridad se proyectó el filme italiano El ioven juez: malísimo. Con posterioridad, el incontinente francés Rivette se contuvo un poco y ofreció una Juana de Arco de sólo casi seis horas.

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Si a lo anterior se añade que mañana otro célebre cineasta francés, el denso y a veces espeso Alain Resnais, nos alegrará la vista con Smoking, no smoking, otra paliza de otra casi seis horas, se entenderá que esta crónica sea optimista, pues ocurre que la hora de escribirla y dictarla coincide con las proyecciones de las dos citadas eternidades francesas, y el cronista ha de dar por fuerza noticia de ellas sin haber podido disfrutarlas, lo que es un indicio del rigor con que los alemanes organizan todo lo que hacen, incluidas las chapuzas.Chapuza italianaEn cambio, El joven juez, dirigida por Alessandro di Robilant, es sólo una endeble chapuza italiana: un simple telefilme disfrazado de película comprometida, variante del muy viejo y muy latino arte de dar gato por liebre. La película confunde, como ocurre en todos los telefilmes cuando se proyectan sobre una pantalla grande, sencillez con simpleza y esto en cine se paga con bostezos contantes y sonantes.

La segunda película española en concurso, Els de davant, es mucho menos chapucera que la. italiana y está formalmente mucho más cuidada que ella, sobre todo en lo relativo a la mecánica de filmación. Es, por consiguiente, más película. Cuenta una historia remota y bastante confusa, extraida de una novela de Simenon, que Jesús Garay resume así: "Admiro a Simenon y el marco exótico de su novela me sedujo, sobre todo por el clima extraño, casi kafkiano, de un hombre que, como un voyeur, observa un mundo sórdido y desconocido para él desde una ventana de una casa de Batum, capital de Georgia, en los años treinta y en tiempos de Stalin". Justo lo que hoy día necesitamos los españoles que nos recuerden.

El hecho es que la reconstrucción de ese mundo en Els de davant, siendo mecánicamente correcta, no resulta creíble. Es una película ambiciosa que a Garay, a Juan Puigcorbé, a Ben Gazzara y a Carmen Elías, les cae a trasmano. Se mueven en un escenario que se supone propio como en casa ajena. La película carece de entramado, de empaste y, sobre todo, de necesidad.

Viéndola se pregunta uno: ¿Por qué se ha hecho? El protagonista es un cónsul turco que por teléfono habla en turco y en directo habla en catalán, pero con subtítulos en alemán y traducción simultánea a un castellano dicho por una argentina con acento lunfardo pronunciado. Cuando el cónsul turco despacha con los emigrantes turcos, éstos no le hablan ni en idioma turco ni en idioma catalán, sino en georgiano o tal vez en búlgaro, por lo que el diplomático no les entiende, hasta que su secretaria, que resulta que es rusa, traduce al catalán lo que le dicen y el cónsul turco por fin se entera.

Esto da idea de la confusa lejanía que hay en el interior de la película. Y ésta hace dudar -aunque esté subvencionada por la Generalitat-, si es una contribución a la normalización lingüística del catalán o, por el contrario, una zancadilla involuntaria a esta normalización.

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