Les sobraba toro
Sobraba toro por todas partes: eso pasó. Y una de dos: o los novilleros eran demasiado inexpertos para dominar aquellos novillos cuajados y grandotes, o los novillos cuajados y grandotes eran demasiado expertos para que pudieran dominarlos los novilleros. Parece lo mismo, pero no lo es. Un mundo ordenado requiere ritmo y medida, y una tauromaquia ordenada también, pues se trata de algo similar, aunque discurra por distinta órbita. El planeta de los toros, la llamó el maestro Cañabate.
Con la disyuntiva antes planteada se quiere decir: que los novilleros no deben torear novillos con aspecto de toros, pues dominarlos requiere una ciencia propia de matadores doctorados. (En sentido contrario, los doctores no deben torear toros con aspecto de novillos —aunque cogen semejante vicio en cuanto llegan a figuras—, pues eso supondría un agravio comparativo, una degradación de su ministerio, un abuso de poder con los pobres toros).
Frías / Félix, Martín, Segoviano
Capilla Real de Madrid. Director: Oscar Gershensohn. Fundación Juan March. Madrid, 9 de febrero.
Novillos de José Tomás Frías, serios y con cuajo, manejables en general
Juan de Félix: tres pinchazos, estocada atravesada —aviso— y descabello (silencio); pinchazo y estocada (ovación). Miguel Martín: pinchazo y estocada caída (silencio); estocada caída (palmas). El Segoviano: bajonazo (palmas); estocada (aplausos). Plaza de Valdemorillo, 8 de febrero. Quinta corrida de feria.
Juan de Félix, Miguel Martín y El Segoviano, terna de la última corrida de la feria valdemorillana, hicieron lo que pudieron para embarcar las serias embestidas de los novillos con aspecto de toros, y el resultado de su estrategia resultó ligeramente adverso. A Juan de Félix incluso le cogió el cuarto de forma dramática. Hondo y vuelto de cuerna el toro, metió el pitón a la altura del abdomen y el torero quedó colgado del garfio durante segundos interminables, sin poder se desasir ni valerse del auxilio de las horrorizadas cuadrillas, que se abalanzaron al quite. Ha salido eliseo, comentó alguien con el estupor propio de quien ha visto un milagro. Efectivamente hubo de ser milagro que el toraco no calara el pitón ni tanto así durante el estremecedor zarandeo. Una parte de la afición lo celebró echando un trago otra parte echando dos. Algunos con tanta euforia, que les tuvieron que arrebatar la bota.
Los novillos con aspecto de toros no eran ilidiables en realidad; sólo que infundían un respeto imponente y además no les daba la gana de estar soportando todos los derechazos que fueran capaces de dar todos los toreros presentes. Y, sin embargo, es lo que estuvo acaeciendo allí la tarde entera. Fue la desconcatenación del derechacismo.
Martín y El Segoviano banderillearon, Dios les perdone. Unas veces solos y otras por junto, tenían serias dificultades para prender los palos: aunque fuera uno. Al quinto novillo le entraron siete veces y entrambos úni camente consiguieron prender dos. El resto exornaba la arena.
Voluntad para desconcatenar derechazos sí pusieron los tres espadas y lo hicieron con arte aleatorio. Pero no prestaba demasiada atención el público, ocupado en sortear las cuchilladas de viento gélido que venían de
la sierra. Sumergida en abrigos, zamarras, capotes, chubasqueros y mantas zamoranas, la afición sólo era capaz de asomar nariz. Y ya es sabido que las narices ven más bien poco. -
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