"Una cultura con miedo se refugia en posiciones fundamentalistas"
Bhikku Parekh es un hindú de nacimiento que reside en el Reino Unido desde hace un cuarto de siglo. En ese país europeo es profesor de teoría política y durante cuatro años, hasta hace unos meses, ocupó la presidencia de la Comisión para la Igualdad entre Razas. Desde su perspectiva de hombre que ha interiorizado dos concepciones del mundo muy distintas, se muestra firme partidario de la integración de culturas como fuente de enriquecimiento del ser humano y relativiza el resurgir de los fundamentalismos. "Sólo una cultura con miedo se vuelve fundamentalista", asegura rotundamente.Parekh cree que el fundamentalismo "no es un concepto significativo" y se está abusando de él. "Si una cultura se siente amenazada", agrega, "y sus miembros piensan que se está tratando de eliminarla, entonces reacciona y cierra sus puertas", buscando refugio en posiciones fundamentalistas. Por eso, subraya, "lo mejor que podemos hacer es darle a esa cultura espacio para crecer, para que adquiera autoconfianza".
Igual que en un plano global se produce un choque entre la cultura secularizada occidental dominante y las otras culturas, en los países europeos con fuerte inmigración sucede lo mismo. Parekh cree que ese fenómeno debe abordarse desde un doble enfoque. "Las minorías", explica, "reconocen el valor de la cultura secularizada y aceptan la modernidad, la tecnología, etcétera. Al mismo tiempo quieren conservar su propia religión, aunque sepan que esa religión, a la antigua, no puede seguir existiendo". El otro enfoque es el de la propia sociedad secularizada que "se da cuenta de qué está vacía, de que le falta el aspecto espiritual que tienen las minorías, y que puede aprender de ellas".
Bhikku Parekh, que asistió recientemente al encuentro intercultural que organizó la Fundación BBV en Segovia, defiende en su conversación el concepto de integración de las culturas frente a los planteamientos de asimilación que hacen los gobiernos europeos. Un ejemplo de esa voluntad de asimilación es para él la prohibición que se impuso en Francia de que las niñas musulmanas pudieran acudir a clase cubiertas con el velo. En su opinión, la integración debe permitir que los inmigrantes puedan mantener sus idiomas y sus costumbres. "Los inmigrantes han de ser capaces de conservar la capacidad de transmitir su estilo de vida a los hijos", precisa.
La experiencia de cuatro años al frente de la Comisión para la Igualdad de Razas le permite a Parekh asegurar que a la mayor parte de las personas llegadas a Europa de otros continentes "les gusta vivir aquí, porque las condiciones materiales de vida son mejores, y también porque hay más libertad e independencia, sobre todo para las mujeres y los adolescentes". Lo que no impide que los mayores estén preocupados de que sus hijos no conserven su cultura.
Muchas ventajas
Las sociedades multiculturales y multirraciales tienen, en opinión de Parekh, "muchas ventajas. Una: cada cultura desarrolla aspectos que otras no tienen, lo que permite a unas aprender de las otras y eso enriquece al ser humano. Dos: cada cultura tiende a ser arrogante, a creer que es única y a encerrarse en sí misma. La presencia de otras le ayuda a apreciar que no es absoluta, y eso es enriquecedor. Y tres: en un momento en que el mundo se hace más pequeño, en el que se tiende a la globalización, cada grupo que se integra en un país europeo es como un puente hacia el país de origen. Así, cada país se convierte en un reflejo del mundo. Es como si tuviéramos el mundo a nuestros pies".Por ello, Parekh se muestra contrario a la autodeterminación. "Me gustaría que todos los estados fueran multiculturales y por eso estoy en contra del Estado-nación", precisa. "En el momento en que sólo tenemos una nación en un Estado, ese Estado no está abierto a tomar prestado o a aprender de otros Estados vecinos", dice el profesor hindú al concluir: "Creo en la política del diálogo y no en la de cerrar las mentes, que es a lo que contribuye el Estado-nación".
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