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Una cagada, con perdón

Juan José Millás

Yo no me había atrevido hasta ahora a decir nada de las cacas de los perros que adornan nuestras calles, porque he leído en algún sitio que, si pisas una de estas deposiciones al salir de casa, tienes asegurado un día estupendo. De manera que me iba a comprar el periódico pisando cacas, al tiempo que me preparaba para soportar las oleadas de felicidad a las que tendría que hacer frente a lo largo del día. La suerte es para quien se la trabaja. Pero, mira por dónde, el domingo Lara Otero publicó en estas páginas un excelente reportaje sobre el tema, según el cual el año pasado sólo 10 personas fueron multadas por las cacas de sus perros. Yo habría preferido que mi periódico no denunciara el asunto, para seguir gozando de este modo tan económico de la buena suerte. Pero ya que lo ha hecho voy a solidarizarme con él enérgicamente y que sea lo que Dios quiera.Es verdad: Madrid está lleno de cacas, de excrementos, de heces, de deposiciones, que quizá ni dan buena suerte ni nada. O sea, que hay que abandonar estos cultos supersticiosos que nos anclan en el pasado. Pero necesitamos que alguien tome la iniciativa, o sea, que a ver quién es el guapo que se atreve a coger la primera mierda y colocarla en una bolsa. Parece que en esto, como en tantas otras cosas, va a dar ejemplo el ilustre Colegio de Abogados de Madrid: aún no se han expresado con toda claridad, pero a lo mejor se deshacen de una cagada que adorna su sede desde hace más de 50 años. Se trata de una lápida en honor de los abogados del bando nacional muertos en la guerra civil, es decir, "caídos por Dios y por España", según reza la inscripción de la placa. A alguños les parecerá mentira que hayan tardado tanto en decidirse, pero yo creo que es que no tienen tiempo para nada los pobres, o quizá pensaban, como yo, que les traía suerte, no sé, o a lo mejor es que, como esto de la democracia es una cosa de ayer, prácticamente no han tenido tiempo de descolgar la mierda de su sitio.

El caso es que ahora dicen que van a descolgarla, y yo todavía no sé si estoy de acuerdo, la verdad. Al fin y al cabo, después de tantos años, podríamos decir que, más que una cagarruta propiamente dicha, lo que tienen en la pared es un coprolito, o sea, un excremento fósil, y los fósiles son muy útiles para estudiar la historia de los colegios. Hombre, también es verdad que coprolitos, lo que se dice coprolitos, nos sobran. Empiezas a recorrer instituciones tipo colegio de abogados y te encuentras con unas lápidas que echan para atrás. Y eso por no hablar del Valle de los Caídos, que el día que se seque del todo va a ser un coprolito fantástico, un meconio gigante, vamos, lleno de restos epiteliales y de bilis petrificada, donde pueden hacer su agosto los paleontólogos.

O sea, que si algo nos sobra son mierdas, pero no sabe uno de cuál desprenderse antes, a todas las quieres por igual. Yo creo que si el Ayuntamiento no ha conseguido cerrar todavía una sala de teatro, pese a su vocación hermética, es porque no hay manera de ir de casa al quiosco de periódicos sin pisar una mierda, y eso para el teatro es estupendo. Ya saben ustedes que entre la gente de la farándula está prohibido desearse suerte porque da mal fario. O sea, que en lugar de eso se dicen:

-Oye, mucha mierda, eh, mucha mierda.

Y así estamos, que las salas alternativas crecen como hongos. De manera que ya no sé si solidarizarme con mi periódico en la denuncia o qué. Casi prefiero que lo dejen todo como está, no sea que empiecen a quitar cagadas de las aceras y de los colegios y regrese Matanzo, o el Tribunal de Orden Público.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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