Un hospital en la línea de fuego
El batallón español de cascos azules consiguió introducir entre ayer y anteayer un hospital de campaña en el barrio musulmán de Mostar, donde 50.000 personas están cercadas y sometidas a un constante bombardeo desde hace nueve meses. Treinta y siete camiones británicos y 26 blindados españoles han sido necesarios para llevar a la ciudad 38 contenedores, donados por el Gobierno surafricano, que componen una clínica autónoma con capacidad para 150 camas.Dos meses han durado las conversaciones para conseguir los permisos de las partes y más de una vez la operación se ha frustrado en el último momento. Ha habido que negociar cada detalle, incluido el emplazamiento del hospital en el lugar más descabellado posible, la línea de fuego. Cuando los croatas ya habían dado luz verde, los serbios, que observan desde las montañas cómo se destrozan sus dos antiguos enemigos, advirtieron que no se había contado con ellos y que lo volarían en cuanto se instalase.
Conseguido ya el objetivo de llevarla a Mostar, nadie cree, sin embargo, que la clínica llegue a entrar en funcionamiento a pesar de que resulta imprescindible para la martirizada población. En realidad, no se sabe aún quién va a hacerse cargo del centro ni quién pondrá los médicos y el personal sanitario. "Nosotros hemos cumplido y los británicos también. No pueden acusamos de no haber hecho todo lo humanamente posible", se limita a decir el coronel Luis Carvajal, el jefe de la agrupación española. En eso consiste el drama de la ONU en Bosnia: todos cumplen su misión, pero la ayuda raramente llega a aquél que la necesita.
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