Extremada propuesta

Desde que el arte fue inoculado con el virus de los juegos lingüísticos, algunos artistas se han preocupado más por el proceso creativo que por las cualidades plásticas de sus trabajos, de tal manera que la obra de arte se desmaterializa o se convierte en metáfora visual de un concepto o idea. En este contexto, falsamente denominado arte conceptual, se sitúa la obra de Darío Corbeira, artista que, con el paso del tiempo, ha ido extremando sus propuestas y depurando un lenguaje plástico propio.En la exposición anterior, partiendo de las ideas abstractas de orden, desorden y azar, presentaba obras relacionadas con la enfermedad, entendida ésta como una situación de desorden en el funcionamiento de! la máquina vital. En la exposición que presenta actualmente mantiene el mismo tema, pero hay algunos cambios cualitativos que la sitúan en otro plano muy diferente.

Ahora parte de una enfermedad concreta, el lupus, de origen incierto y desconocido, sobre la que ilustra cuatro momentos de su proceso: los síntomas, el diagnóstico, el tratamiento y la cura, de forma que cada uno es materializado en una obra diferente, aunque relacionada con las otras, que toma por título el momento que representa.

En esta exposición convergen diferentes interpretaciones sobre el arte entre las que lo concretó; lo mágico, lo real, lo lingüístico y lo abstracto tejen y configuran unas obras que sirven a la liturgia de un extraño ritual personal del artista, una especie de exorcismo laico que tiene raíces biográficas.

Presentación de lo real

Pero el espectador en la galería de arte, ajeno a esos ritos, se enfrenta a objetos ciertos dotados de una forma física determinada que no pretenden ser meras representaciones, sino que se imponen como realidad o como modelos de realidad. La exposición sugiere un discurso argumental que es expuesto como una promenade, a través de la cual Darío Corbeira pretende situar al espectador ante situaciones físicas con el fin de que pueda experimentar sobre su cuerpo sensaciones que van desde el calor real de la fiebre, en Los síntomas, hasta la luz, tan metafórica como física, del camino de esperanza que ilumina El diagnóstico.A pesar de la objetividad de la propuesta y de su hilo argumental, no se trata de una instalación, tal y como se entiende el género, sino de cuatro obras referenciales y autónomas que son presentadas en la galería de arte con una cierta teatralidad hospitalaria, donde la blancura y la asepsia del montaje contribuyen a crear una atmósfera de ensoñación o, mejor, de pesadilla, efecto que se encuentra redundantemente ilustrado, de forma literal, por una almohada de escayola en la obra titulada La cura.