Mocito, dame un clavel
La única tuna femenina de Madrid lucha contra prejuicios sexistas
Aseguran, muy serias, que los hombres les temen cuando van a rondarles a sus casas, cosa que ellas hacen por encargo, por afición o porque les gusta el muchacho. Quince chicas de la Universidad Complutense, integrantes de la única tuna femenina de Madrid, recorren las calles del centro con cintas, bandurrias, capas y descaro. Desde hace tres años se cuelan, como hacen sus colegas masculinos, en bodas, restaurantes, bautizos y fiestas. "Se trata de llevar un poco de feminidad a esa institución machista que es la tuna", dicen ellas.Es el mundo al revés cuando se meten en un bar,. Juguetean con el camerero para que invite. Piropean al más guapo de cualquier grupo sólo para comprobar si se corta o no se corta. Usan la desfachatez para conseguir las cosas. Y cuando se dedican a cantar a un hombre, éste, por lo general, no sabe dónde esconderse.
Alguna se metió en la tuna femenina porque le viene de familia. Otras, sencillamente, porque siempre les ha gustado. Como tuna exclusivamente femenina llevan funcionando tres años, pero algunas habían participado antes en tunas mixtas. "Es más una pandilla que una tuna; nos cantábamos a nosotros mismos, y la tuna debe ser algo abierto al exterior. Además, siempre había problemas de celos. Si a mí me daba la gana de tontear con uno de la tuna, la novia se cabreaba. Por eso pensamos en formar nuestra propia tuna de mujeres", dice Noelia, de 22 años, otra de las fundadoras.
Pero, precisamente por ser sólo mujeres, tienen otro tipo de problemas: la tuna como colectivo no las tolera, aunque haya tunos que las acepten. Hay festivales a los que no las invitan por ser chicas. "Hay que reconocer que en muchos sitios no caemos bien", dice Mónica, de 21 años.
"Que venga un tuno y me diga una bordería, bueno, lo paso, porque nos lo han hecho muchas veces. Pero que unas chicas nos digan eso de que es tonto una tuna femenina me saca de quicio", cuenta Noelia.
Como integrantes de la tuna no pueden y no quieren escapar del rito del requiebro picante o incitador. Eso sí, utilizando, según ellas, más su condición de mujer que la de tuna. "El tuno ataca; nosotras seducimos", resume Ana.
Cuando se ocupan de las aspirantes, las reúnen en torno a una mesa de bacarrá de la Casa de Marruecos, único local que han conseguido, ya que la universidad, aparte de 50.000 pesetas anuales, no les proporciona nada. "Queremos gente que no se corte nunca. Que se sepa buscar la vida", les espeta Ana, que oficia de jefa de grupo. Las nuevas oyen y callan.
Han modificado las letras de algunas canciones y donde ponía niño ponen niña. Pero no se han atrevido a retocar Clavel¡tos. Les suena a sacrilegio.
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