_
_
_
_

"La pasión es instantánea"

No es exagerado afirmar que Luis García Berlanga, fetichista confeso y tímido psicoanalizado, acapara gran parte de las películas más importantes del cine español. Los Goya que ha recibido este año por Todos a la cárcel le han servido para reivindicar -casi inventarse- un género autóctono: la comedia española.

Rocío García

, Confiesa que todas las mañanas se pone su uniforme de seductor y cuando se mira al espejo se da cuenta de que se ha equivocado de nuevo. Lo hace por vanidad, porque lo que a Luis García Berlanga le gusta de verdad es que le seduzcan las mujeres. "¿Seducir yo?", responde asombrado. "Soy muy femenino en el sentido tradicional de la palabra. A mi me gusta que me seduzcan, aunque la verdad, no sé por qué hablo de esto, con 72 años. Pero inmediatamente se retracta y dice: "Estoy lleno de proyectos de futuro a todos los niveles, incluso el pasional".

Y es precisamente ahora cuando García Berlanga ha llegado a la conclusión de que la pasión es algo instantáneo. "Durante una época en mi vida creía que la seducción iba por el ataque frontal y brutal a la mujer pero, si he de ser sincero, no he mojado ni una escoba. Otras veces he intentado seducir utilizando, la aproximación lenta a través de distintos medios, desde los convencionales del poema y el ramo de flores a los de de la supuesta indiferencia. Pero, la verdad, es que creo en la pasión instantánea. O existe eso o todo lo demás es ridículo. Una pasión en la que inmediatamente surge una víctima y un verdugo, alguien que tiene que llevar el juego y otro que sufrirlo o gozarlo".

Claro que a este hombre, estudioso entusiasta del sadomasoquismo y coleccionista de los más dispares fetiches que pasea por el mundo enscondidos en sus maletas, le gustaría que la víctima fuera siempre la mujer. "Pero sucede todo lo contrario. En toda la extensa literatura sadomaquista, es tradicional que la mujer aparezca siempre como la esclava, cuando la realidad es que es ella la que conduce y controla el juego".

La eterna timidez

De todos es conocida la facilidad de palabra, o para ser más exactos de enrolle, de García Berlanga. Él es tan consciente de ello que advierte de antemano al entrevistador. Y para disculpar su verborrea la achaca a su eterna timidez, "hasta me he psicoanalizado" Y sólo cuando lleva unos 27 minutos contestando a una pregunta, se turba y reniega: "Ya estoy divagando, me he perdido". Pero en realidad no se pierde y menos cuando la conversación gira en torno al erotismo. Entonces abandona su postura repantigada en el sillón y se lamenta, muy de veras, de que las mujeres hayan perdido el poder de seducción. "No lo digo sólo yo, lo dice una persona tan respetable como Braudillard, para quien las mujeres han alcanzado ya todos los poderes pero han perdido el realmente mágico, el de la seducción"."No hablo de la mujer objeto", añade, "que por otra parte debería ser analizada de una manera distinta a como se hace siempre, porque tiene unos valores mucho más profundos, sino de la escenografía de la seducción". La única esperanza que le queda al director de buena parte de los títulos míticos del cine español como El verdugo, Plácido, Bienvenido Mister Marsahll y muchos más, es la salvaguarda que los travestidos están haciendo de ese poder femenino. "Son los únicos que creen en la feminidad y espero que dentro de unos años, gracias a ellos, sea posible una recuperación".

Lleva un traje que, parece recien sacado del baúl de los recuerdos de la familia Leguineche que protagonizó su serie de películas iniciada en 1977 con La escopeta nacional y a la que siguieron Patrimonio Nacional y Nacional III. Muy distinto del elegante smoking que lució durante la ceremonia de los premios. Goya, en la que recogió los más preciados galardones: al mejor director y a la mejor película por Todos a la cárcel. Fue allí, agarrotado delante de tanta gente y frente a las cámaras de la televisión, donde tuvo un recuerdo emocionado para los directores que trabajaron bajo el franquismo. Nombró a Sáenz de Heredía, Pedro Lazaga y José María Forqué y ahora se duele de haberse olvidado nombres como Fernando Femán Gómez y otros muchos. "La edad de oro del cine español fueron los años cincuenta y, dentro de esa década, lo más significativo fue la aparición de un género peculiar como es la comedia popular y costumbrista, muy distinta de la que se hacía en Italia. Por el simple hecho de sea un género autóctono, nuestro, deberíamos tenerle más respeto y rendirle admiración con más frecuencia".

No sólo eso. También Berlanga reivindica el protagonismo de este género en la toma de conciencia del pueblo español sobre lo que debía ser la evolución política de nuestro país y el establecimiento de la democracia. "Fue el primer movimiento cinematográfico que intentó liberamos de las losas que sepultaban nuestra creatividad. Nos entroncaba con una realidad más viva, que liberaba a los españoles de la pesadumbre y la servidumbre en la que nos movíamos. La comedia de los años cincuenta hizo mucho por el exterminio de una dictadura y la aparición de una democracia. Y creo que no le ha sido reconocido, todo lo contrario. A la larga, se ha demostrado, curiosamente, que había sido más eficaz el costumbrismo que habíamos hecho Fernán Gómez, Lazaga, yo y todos los que trabajamos este cine, que los que explícitamente, incluso con ínifitancia política añadida, habían hecho películas con un discurso frontal contra la dictadura".

Cultura o industria

¿Quien tiene la culpa del al elejamiento del público del cine español?. El director de Todos a la cárcel lo tiene muy claro: "A mediados de los años cincuenta cometimos el gran error histórico, y en él me incluyo, de desmantelar, con nuestras propuestas, la infraestructura industrial que sostenía hasta ese momento el cine español". Berlanga se refiere a las míticas Conversaciones Nacionales sobre el Cine que se celebraron en Salamanca en mayo de 1955 y en las que Bardem pronunció el ya famoso: "El cine español es políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico". Han transcurrido cerca de 40 años y Berlanga lo ve de esta manera: "Ese corte traumático que se produjo tras este encuentro, en el que se decidió que todo el cine que saliera de la escuela fuera testimonial, lo que implicaba rodar en las calles en una ¡mitación del neorrealismo italiano y abandonar toda la producción de estudios y decorados, fue nuestro perdición. Ahí nos derrumbamos. El público se alejó en aquel momento de nuestro cine y todavía no lo hemos recuperado. Empecé a darme cuenta de que la palabra cultura, a la que estábamos entregados y enardecidos, nos pedantizó y nos hizo creer que lo único que había que hacer era cine de autor y todo lo demás desmantelarlo. Nos quedamos sin estudios, sin decoradores, que eran los mejores de Europa, sin ingenieros de sonido. Todo se fue al traste".Para Berlanga, la única solución es dar marcha atrás y volverse a situar en el punto en el que se decidió que el cine fuese cultura y no industria. "Debemos recapacitar y empezar a plantearnos unas nuevas estructuras, unos organismos que entiendan el cine no bajo los planteamientos proteccionistas al que estamos habituados, y aceptar que vivimos en el territorio del libre comercio y que somos trabajadores de una industria. Tenemos que recuperar esa idolatración de los españoles por sus estrellas de cine. Se tiene que acabar la época en la que decían 'esconde el bocadillo que vienen los del cine'. Hay que recuperar al productor que corre riesgos, pero que al mismo tiempo pueda llamar a cualquier puerta del mundo financiero y que sea recibido con respeto e incluso con ganas".

Atrás queda aquel momento fulgurante, casi de iluminación, en el que viendo Don Quijote de Pabst, el joven Berlanga tuvo la revelación súbita de que iba a ser, director de cine. Y vaya si lo ha conseguido.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_