El botones Spirou es la estrella del Scalon del Comic de Angouleme
En su 21ª edición, la muestra, francesa mantiene la preponderancia en el sector
Con su proverbial puntualidad, la lluvia llegó a Angouleme para pasar convenientemente por agua el Salón Internacional de la Historieta, que se celebra en esta pequeña ciudad, situada a medio camino entre Burdeos y Limoges, desde hace 21 años. Para protegerse, nada peor que los gorritos -de cartón- del botones Spirou, convertido en estrella de la muestra. Ligeramente desacreditado el Festival de Lucca, en Italia, y con el de Barcelona pisándole los talones, el salón de Angouleme es, todavía, el más importante de Europa.
No lo parecía cuando fue creado en 1974 por unos cuantos aficionados al comic de Burdeos. Comandados por el crítico y editor Pierre Pascal, no obtuvieron la más mínima comprensión por parte del alcalde de su ciudad, así que tuvieron que irse con los tebeos a otra parte. Concretamente, a Angouleme, donde el señor Pascal poseía una segunda residencia y pudo convencer al alcalde de que la celebración de una feria consagrada a la historieta podría dar cierta vida al lugar.Así ha sido. Veintiún años después, a finales de este mes de enero, los comerciantes hacen su agosto, cuesta lo suyo hacerse con una mesa en cualquier restaurante y los bares están llenos hasta altas horas de la noche. Como los hoteles, que editores, autores, periodistas y aficionados de a pie reservan de un año para otro ante la perspectiva de llegar a última hora y acabar durmiendo al raso. Cosa poco recomendable en una ciudad en la que la lluvia, como decíamos, acude puntualmente a su cita con el mundo del comic.
El público ocupa cotidianamente las dos carpas instaladas para albergar kilos y kilos de papel dibujado. Aunque todo el mundo se refiere a ellas como "la carpa de arriba" y "la carpa de abajo", han sido bautizadas con los nombres de New York y Champ de Mars. Por ellas ronclan, haciendo negocios o firmando álbumes, más de 180 expositores y unos 350 autores, entre dibujantes y guionistas. En la zona internacional se cierran negocios, aunque el espacio sea bastante reducido y la eficacia de la organización francamente mejorable. En este festival, reconozcámoslo, todo funciona un tanto manga por hombro, pero los visitantes están acostumbrados a ello y más de uno se infartaría, por la sorpresa, si las chicas del salón consiguieran enviar un fax en menos de 20 minutos.Este año, el jurado que esta noche entregará los premios tradicionales del salón, cuenta con un presidente de lujo: el dibujante, autor teatral y director de cine Gerard Lauzier, personaje bastante conocido por el público español. Muchos recordarán todavía el montaje que el grupo catalán Dagoll Dagom realizó basándose en sus Tranches de vie y un está reciente el estreno de su ultima película, Mi padre, ese héroe (de la que Hollywood ya ha hecho un remake, manteniendo en el papel principal a Gerard Depardieu).
Envidia de los salmones
Sobre Lauzler escribió en 1974 el papá de Asterix. y Obelix, René Goscinny: "Nada tan a contra corriente que haría palidecer de envidia a los salmones más vigorosos". No le faltaba razón. Gerard Lauzier tiene el mérito de haber utilizado los tebeos como vehículo ejemplar de crítica social, huyendo de la banalidad y el decorativismo que frecuentemente se apoderan del medio.A él está consagrada una de las exposiciones que se celebran estos días en Angouleme. Otras muestras de interés son las dedicadas a Edgar Pierre Jacobs (santón de la línea clara, ya fallecido, como su buen amigo Hergé), a la visión femenina del hombre en la historieta (con obra de 11 autoras europeas, entre ellas la española Laura) o al personaje Spirou, creado en 1938 por Robert Velter, popularizado por Franquin a partir de 1946, y de cuyas aventuras se han publicado hasta el momento 45 álbumes. Esta es la exposición más grande de la edición número 21 del salón de Angouleme, y la ciudad está llena de chismes conmemorativos. ¿El más popular?: gorritos de cartón como el de nuestro botones favorito que los niños (y más de un adulto) se colocan orgullosos en la cabeza.
Babelia
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