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Primeros pasos del nuevo Gobierno ruso para cambiar el rumbo de la política económica

Pilar Bonet

El incremento de las previsiones de inflación para 1994, el intento de controlar precios y sueldos y un estilo retórico que recuerda los viejos tiempos soviéticos reforzaron ayer los síntomas del cambio de rumbo de la reforma económica en Rusia. La confusión reinaba mientras tanto sobre el destino del ministro de Finanzas, Borís Fiódorov, cuya dimisión, presentada la semana pasada, no había sido aceptada por el presidente Borís Yeltsin, según manifestó Alexandr Shojin, uno de los pocos integrantes del equipo reformista que sigue (como ministro de Economía) en el Gobierno.

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Yeltsin departió ayer con él jefe del Gobierno, Víctor Chernomirdin, pero no recibió a Fiódorov, tal como éste esperaba. Chernomirdin se negó a responsabilizarse de la dimisión de Fiódorov, a quien el mismo Yeltsin colocó al frente del Ministerio de Finanzas en 1992. En el caso de que Fiódorov decida quedarse, Chernomirdin le conminó a "dejarlo todo y comenzar a trabajar sin más historias".En medios financieros occidentales la credibilidad de la reforma está estrechamente vinculada con el nombre de Fiódorov, que fue representante de Rusia en el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo y en la dirección del Banco Mundial. Medios económicos próximos a Yegor Gaidar, que abandonó el Gobierno hace 10 días, opinaban que Chernomirdin se ha visto sorprendido por la reacción de alarma occidental ante la dimisión de Fiódorov.

En los próximos tiempos, Rusia no podrá ajustarse a los criterios del Fondo Monetario Internacional en lo relativo a la inflación y el déficit presupuestario, según anunció Shojin, que pronosticó un mínimo de un 20% de inflación para enero. Esta misma cifra (y un 25% en febrero) fue dada por por el presidente del Banco Estatal, Víctor Geráshenko, y contrasta con la previsión de un mínimo del 30% mensual dada por Fiódorov. En diciembre pasado, la inflación en Rusia fue de un 12%, la cifra mensual más baja registrada en 1993. Según los pronósticos hechos por el Gobierno en noviembre, la inflación debía reducirse hasta un 3% ó un 5% para diciembre de 1994.

Shojin salió al paso de las acusaciones de frenazo en la reforma económica y atribuyó la espiral inflacionista a las decisiones tomadas el pasado otoño, en plena campaña electoral, por el Gobierno, con Yegor Gaidar incluido en calidad de viceprimerministro. Entre las decisiones cuyo impacto se reflejará en 1994 está el incremento de los sueldos a diferentes grupos sociales conflictivos, como los mineros, con quienes negoció Galdar para evitar la huelga en víspera de los comicios de diciembre. El presupuesto estatal. se verá también lastrado por varias partidas de gastos que deberían haberse contabilizado en 1993 y fueron postergadas para ajustar el presupuesto de ese año a un déficit del 10% del PIB.

Shojin calculó que el Gobierno debe gastar 3 billones de rublos (unos 3.000 millones de pesetas) en las obligaciones mínimas retrasadas que "no pueden dejarse de pagar".

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El Gobierno va a utilizar métodos monetaristas y "no monetaristas", dijo Chernomirdín que se refirió a la firma de un acuerdo con los sindicatos y los productores "sobre la fijación de los precios de la producción y de los sueldos por cierto tiempo". Varios economistas que prestaron sus servicios al ex líder soviético Mijaíl Gorbachov se han puesto a elaborar informes sobre la situación económica y los caminos de salida de la crisis. En uno de estos borradores, conseguido por EL PAÍS, se alega que la contención de la masa monetaria y el recorte del déficit presupuestario privan a la economía de la posibilidad de realizar un "cambio estructural racional". Y afiade: "En una etapa inicial el papel dominante en el incremento del nivel técnico y la recupera ción de la producción debe correr a cargo de la reconversión de la industria de defensa".

En puro estilo soviético, el Gobierno anuncio su disposición para elaborar un programa de desarrollo del complejo agroindustrial "hasta el año 2000".

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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