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Europa requiere una OTAN fuerte

El aspecto más significativo del recorrido del presidente Clinton por Europa fue quizá oscurecido por la atmósfera que lo rodeó. De hecho, este viaje introdujo una revaluación importante de las premisas de la política exterior estadounidense hasta ahora aceptadas. En efecto, las declaraciones del presidente elevaron la crítica radical de la política de guerra fría a las premisas operativas de la política exterior estadounidense contemporánea.Durante casi medio siglo, esa crítica mantuvo con distintos matices que la política soviética era consecuencia tanto de la política estadounidense como de la ideología comunista; que el Gobierno soviético estaba dividido -al igual que el estadounidense- en halcones y palomas; que era labor de la diplomacia estadounidense mitigar los temores soviéticos, muchos de los cuales eran bastante legítimos, y que una actitud de genuina cooperación podría vencer la belicosidad soviética. En fecha tan tardía como enero de 1990 se retornaron estas proposiciones en un artículo de Time en el que se ungía a Gorbachov como hombre de la década. Su autor era Strobe Talbot, recientemente nombrado subsecretario de Estado, quien defendía que los palomas de 40 años de debate sobre la guerra fría habían tenido razón todo el. tiempo, y que no había sido la. política occidental la que había, provocado el colapso de la URSS, sino la fragilidad inherente al sistema soviético; por supuesto, el colapso podría haber tenido lugar antes si los occidentales defensores de la línea dura. no hubieran permitido a los dirigentes soviéticos unir a su pueblo en nombre de la seguridad.

El presidente Clinton repitió lo sustancial de estos temas en muchas ocasiones durante su recorrido europeo. Para explicar por qué no apoyó la admisión de, Polonia, Hungría, la República Checa y Eslovaquia en la OTAN dijo que el efecto de tal paso podría ser provocador. La Alianza Atlántica, argumentó, no puede permitirse "trazar una nueva línea entre el Este y el Oeste que podría generar una profecía de futuro enfrentamiento ( ... ). Yo digo a todos aquellos que, en Europa y Estados Unidos, quisieran que trazáramos simplemente una nueva línea divisoria más oriental en Europa, que no deberíamos descartar la posibilidad del mejor futuro posible para Europa, que es el de una democracia en todas partes, una economía de mercado en todas partes, pueblos cooperando en todas partes para la mutua seguridad".

Los supuestos que hay detrás de estas declaraciones desafían los propios fundamentos intelectuales de la OTAN, el corazón de la política exterior estadounidense de la posguerra. La cuestión de. si las antiguas víctimas del imperialismo soviético deben unirse a la OTAN es complicada. Hay muchas formas de alcanzar ese objetivo, desde ser miembros totales hasta diversos niveles de asociación o, indirectamente, por la vía de pertenecer a la. Unión Europea.

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Pero el tema clave no es la regulación de la ampliación de la OTAN. Al presentar la Asociación para la Paz, la Administración de Clinton no retrasaba simplemente la participación de Europa oriental, sino que rechazaba categóricamente ese principio, a pesar de las muchas declaraciones engañosas en contra. La Asociación invita a todos los Estados sucesores de la Unión Soviética y a todos los antiguos satélites europeos de Moscú a participar con la OTAN en una entidad vaga y multilateral especializada en misiones que prácticamente no tienen nada que ver con las misiones militares realistas; equipara las víctimas del imperialismo ruso y soviético a sus victimarios y les da la misma consideración a las repúblicas de Asia central fronterizas con Afganistán que a Polonia, que fue víctima de cuatro particiones en las que Rusia participó y ruta a través de la cual Rusia históricamente ha invadido Europa. Por tanto, si la Asociación para la Paz está concebida para aplacar a Rusia, no puede servir también como una estación de paso hacia la OTAN, dado que la Administración estadounidense ha adoptado la proposición rechazada por todas las que le predecedieron en los últimos 40 años: que la OTAN es una amenaza potencial a Rusia. Un funcionario que viajó con el equipo del presidente descubrió la lógica que hay tras la postura de la Administración cuando declaró que Europa oriental tendría que encontrar su seguridad aplacando a su temido vecino. "Lo más eficaz para nosotros", dijo, "es intentar proteger a Europa oriental fomentando las tendencias antiimperialistas y democráticas en Rusia".

Resulta instructivo comparar el enfoque actual con el de Dean Acheson cuando se fundó la OTAN. Al testificar ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, se le preguntó al secretario de Estado si la Unión Soviética tenía motivos para temer a la OTAN. Su respuesta fue: "A cualquier nación que proclame que este tratado está dirigido contra ella habría que recordarle la sentencia bíblica de que 'los culpables huyen cuando nadie les persigue".

La cuestión clave es lo que la teoría estadounidense supone para la OTAN. Cuál ha de ser su papel exacto. Si la garantía de seguridad en la frontera ruso-polaca supone una línea divisoria inaceptable, ¿por qué es más pacificadora la actual frontera oriental de la OTAN? Si Rusia puede ve tar a los miembros de la OTAN ahora, cuando necesita apoyo económico, ¿qué vetará cuando se haya fortalecido mediante la reforma y la ayuda económica estadounidense?

El mundo que evocaba la referencia de Clinton a "una democracia en todas partes, pueblos cooperando en todas partes" está a muchas décadas de distancia. En el entorno real del conflicto étnico actual y de la lucha de aniquilación mutua en la antigua Unión Soviética y Europa oriental, ¿cómo se pueden organizar la seguridad y el progreso hasta alcanzar ese mundo utópico? ¿Es aconsejable crear dos categorías de fronteras -las que protege la OTAN y otras a las que se niega protección- cuando ambas fronteras miran en la misma dirección? La consecuencia práctica sena establecer una tierra de nadie sin protección entre Alemania y Rusia que, históricamente, ha sido la causa de todos los conflictos europeos recientes.

Un enfoque realista de la política rusa reconocería que integrar a Rusia en el sistema internacional tiene dos componentes que hay que mantener equilibrados: influir en las actitudes rusas y afectar los cálculos rusos. La Administración se merece apoyo en su asignación de una generosa ayuda económica a la reforma rusa. Y Rusia debería ser bien recibida en las instituciones que patrocinan la cooperación económica, cultural y política con Occidente. La Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa debería ser mucho más apropiada para esto que para inventar, como hace la Asociación para la Paz, misiones militares ordinarias dentro de la estructura de la OTAN, cuya irrelevancia básica subraya la artificiosidad del concepto.

La tendencia de la Administración de EE UU a tratar a los dirigentes rusos como si fueran frágiles novicias que se ponen nerviosas fácilmente ante las realidades de la política intemacional es una invitación a la desilusión y al equívoco. Hay hombres duros que han sobrevivido a la escuela brutal de las políticas comunista y rusa; son bastante capaces de comprender una política basada en el mutuo respeto de los intereses nacionales de cada uno. De hecho, es probable que entiendan ese cálculo mucho mejor que las llamadas a una utopía abstracta y distante.

Rusia tendrá seguramente un interés especial en la seguridad de lo que denomina el extranjero próximo, las repúblicas de la antigua Unión Soviética. La clave está en si el resto del mundo trata esta relación como un problema internacional sujeto a normas aceptadas de política exterior o como una consecuencia de decisiones unilaterales rusas a influir, en todo caso, con llamamientos a la buena voluntad rusa. Quizá el

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malentendido más grave de la propuesta de la Asociación para la Paz sea que un Gobierno reformista ruso abandonaría automáticamente los objetivos tradicionales de la política exterior de su país. Porque los alicientes del más bienintencionado de los gobiernos rusos son muy diferentes. El nacionalismo está creciendo y existe la gran tentación de aliviar al pueblo ruso el dolor de la transición a la economía de mercado apelando a este instinto primario. Esto se refleja en la negativa del presidente ruso, Borís Yeltsin, a acompañar a la OTAN en su castigo a Serbia y su reacción a la propuesta de la Asociación. Se asegura que ha pedido que todos los Estados que han sucedido a la Unión Soviética y todos los antiguos satélites de Europa oriental se incorporen simultáneamente, satisfaciendo así una década de política del Kremlin destinada a diluir a la OTAN hasta el punto de hacerla irrelevante.

El ministro de Asuntos Exteriores ruso ha presentado repetidamente un plan para obtener el monopolio de Rusia para el mantenimiento de la paz en el extranjero próximo, indistinguible de un intento de restablecer la dominación de Moscú. Estados Unidos acepta estas acciones mediante su silencio y su repetida invocación de una asociación ruso-estadounidense. Cerrar los ojos a la reaparición de las históricas pretensiones imperiales rusas no supondrá una ayuda a una política exterior moderada rusa, sino un estorbo. El esfuerzo reformista ruso no puede exonerarle de los principios aceptados acerca de cómo desarrollar una política exterior. De hecho, es la ambigüedad sobre las líneas divisorias, y no su existencia, y la ambivalencia sobre las reacciones occidentales, no su seguridad, lo que tienta a los militaristas y nacionalistas. La reforma se fortalecerá si se coloca a los moderados en una posición que les permita resaltar los peligros de una política nacionalista rusa.

Rusia y Estados Unidos comparten un interés mutuo en una Europa y una Europa central estables. Esto sólo se puede conseguir mediante la presencia estadounidense en Europa, que se basa en la OTAN. La estabilidad europea requiere reafirmar la centralidad de la OTAN más que diluirla en un multilateralismo abstracto.

Esto lleva a las siguientes consideraciones:

a) La Asociación para la Paz debería redefinirse para dedicarse principalmente a temas políticos, económicos y culturales, para los que el conducto apropiado es la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa, y no la OTAN.

b) La OTAN debe enfrentarse al hecho de que es inevitable alguna especie de sociedad con Polonia, Hungría, la República Checa y Eslovaquia. Tras la cumbre de la OTAN, el canciller alemán Helmut Kohl ha exhortado a acelerar la incorporación de estos cuatro países a la Unión Europea, de la que ya son miembros asociados.

Un estadista siempre puede huir de sus dilemas haciendo las suposiciones más favorables acerca del futuro. Los nuevos dirigentes rusos tienen derecho a recibir comprensión por su angustia al intentar superar dos generaciones de mal gobierno comunista y ayuda para construir una nueva sociedad. Pero al perseguir este objetivo, la política estadounidense no debe avergonzarse de resaltar que la reforma, por muy deseable que sea, sólo contribuirá a un mundo mejor si Rusia abraza las disciplinas de un sistema de cooperación internacional a la vez que sus beneficios.

Henry Kissinger fue secretario de Estado de Estados Unidos. Copiright Los Angeles Times Syndicate.

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