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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dulce, inútil evocación

Es nostálgica, delicada, aburrida, sensible, cansada, evocadora, psicológica, dulce, emotiva, insoportable, inacabable. Es un sainete irlandés: en Londres, en Nueva York, a los irlandeses y a los que están dentro del problema permanente de Irlanda les hace llorar y sonreír,. incluso dentro de su aparente inconoclastia: se superpone, al catolicismo para exaltar el animismo, en una curiosa relación entre los posibles celtas, o milesios, o aún de más atrás, y los ugandeses, a través de un cura misionero que, en lugar de convertir en África, resulta convertido por los leprosos salvajes.Supongo que, para ellos, el acento, las palabras en gaélico, el baile primitivo bien ejecutado (aquí las chicas, y no tan chicas, dan fuertes golpes de pie en el suelo y saltan mientras se recogen la falda, con tan altanero brío que el público las aplaude, aunque estén lejanas a la real emoción de la danza ancestral).

Bailando en verano

Dancing at lunghnasa. De Brian Friel. Adaptación: Nacho Artime. Intérpretes: Encarna. Paso, María José Alfonso, Marta Puig, Paloma Paso Jardiel, Maru Valdivielso, Paco Peña, Juan Calot, Joaquin Kremel. Escenografía: Carlos Cugat. Iluminación, vestuario y dirección: Luis Iturri. Teatro Maravillas. Madrid, 21 de enero.

Me separan siglos de mis antepasados irlandeses: no me interesa mucho la historia de ese pequeño pueblo al que llega la revolución industrial con un retraso considerable y, entre los retrógrados católicos y las fábricas de punto, dejan a esta familia sin comida, con algunos de sus miembros emigrados a Londres y aplastados allí por la máquina imperial que sabemos que aplasta a los irlandeses.

Verano del 36

La excepción son los autores de comedias (Shaw, Wilde, O'Flaherty, Joyce y, sin duda, este Brian Friel), sobre todo porque la continua alusión al verano del 36 y a la guerra de España me lleva, por comparación, a acontecimientos más trágicos y nuestros, o a otros sainetes (Las bicicletas son para el verano) que me (nos) atañen más.Me conmueve mucho la teatralidad de explicarnos antes lo que va a suceder para que cuando veamos a esta familia afanándose en la casa y en sus ilusiones sepamos ya que van a la catástrofe; pero me cansa ya, después de ver tantas veces La herida del tiempo y sus imitaciones.

Me siento solidario de todos los personajes, y de la música que les gusta, y el recuerdo de su primera radio es casi simultáneo al mío; y de la desgracia de la mujer, del hambre irlandesa, de la tragedia de vivir bajo un catolicismo de Estado; pero esta solidaridad personal dura mucho menos en el patio, de butacas que el tiempo que le consagran en el escenario el autor, el adaptador, el director de escena, que han hecho su trabajo con pulcritud. Me gusta, incluso mucho, la interpretación: se consigue que todos, mayores y menores, tengan un buen tono. Pero me parecería mejor este trabajo entregado a otra causa.

Supongo, con el error típico de todos los que quieren o tienen la función de representar a la opinión, que la mayoría de los espectadores piensa lo mismo o siente lo mismo: un interés por lo bien hecho, una piedad por las chicas y una somnolencia que suele producir lo que no interesa más que relativamente. Y que aplaudieron al final con la justicia de reconocer que desde el autor a los técnicos han hecho primorosamente su trabajo. Concienzudamente.

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